Entrevistamos a Warhaus, que nos visitan

Maarten Devoldere de la banda belga Balthazar inició su carrera en solitario en 2016. Ahí nacía Warhaus, proyecto personal que hasta la fecha nos ha dejado tres discos: We Fucked a Flame into Being (2016), Warhaus (2017) y el reciente Ha Ha Heartbreak (2022). Un álbum que estará presentando en nuestro país los próximos 6 de marzo, Sala Nazca (Madrid) y 7 de marzo La Nau (Barcelona), entradas a la venta en livenation.es.

Su ruptura sentimental con su compañera de banda Sylvie Kreusch ha terminado fructificando en 10 canciones que envuelven el dolor personal en estribillos pegajosos y melodías atractivas. Este es el trabajo más personal y sincero de Warhaus hasta la fecha, que viaja por las diferentes etapas del duelo y el dolor: desde la negación hasta la resignación.

Hablamos con Maarten Devoldere de su proceso de creación, sus nuevas canciones, la escena belga y su próxima visita.

«Creo que si conectas con tu subconsciente, entiendes de donde vienen tus ideas y llegas a sentir que una canción puede ser realmente buena porque viene de tu interior» 

Tercer disco ya para tu proyecto Warhaus. ¿Cómo crees que has evolucionado como artista desde que empezaste?

En mis primeros discos estaba todavía en la veintena, y muy vinculado a un particular arquetipo, algo así como entre un poco dandy y algo de aparentar, como si fuera Burt Bacharach o algo así, pero al ir creciendo, ir madurando, y que me rompieran el corazón, y también a través de la meditación, aprendí a hacer música más cercana a lo que soy, de la manera más vulnerable posible. Cuando eres más joven, tienes mucho que demostrar, y te importa más lo que la gente piense de ti, pero cuando creces, piensas: “joder, trata de hacer algo que suene auténtico”.

 

Sigues compatibilizando tu papel en Balthazar con tu proyecto más personal, Warhaus. ¿Tienes claro qué canciones que compones son más adecuadas para cada banda?

Es muy simple, cuando me centro en un proyecto, sé que ese año tengo que escribir canciones para él. De algún modo sientes cuando una canción es propia de un grupo u otro, cuando se trata de un sentimiento colectivo o cuando algo es demasiado personal.

El innegable toque elegante convive en ambas bandas.

Es una buena pregunta. Cuando arrancamos con Balthazar, Jinte Deprez y yo éramos ambos productores, y cuando tocábamos en el estudio todo fluía con bastante naturalidad. Añadimos bajo y guitarras y pensábamos que sonaríamos por encima de la media, todo era muy espontáneo. Cada vez que íbamos al estudio con músicos, les dejaba bastante libertad. Pero esto no responde a tu pregunta. Desde el principio yo he tenido la visión a la hora de dirigir cómo tenía que sonar todo, crear una atmósfera, y por supuesto, siempre tiene que haber una buena melodía. Siempre quieres mejorar, con cada disco descubres nuevas influencias que quieres incorporar. Quizás el lado elegante venga de la parte francesa de Bélgica (risas).

¿Cómo has afrontado la ausencia de Sylvie Kreusch en el disco? ¿Dirías que es un disco de ruptura?

Sí y no. De hecho, todavía somos buenos amigos. Le envié las demos en un momento determinado, y ella fue la que dijo “ésta la tienes que hacer tú solo”. La ruptura implica vivir sin la atención de una mujer en tu vida. Tienes que crecer y convertirte en un hombre maduro, y no en un hombre aniñado. Ella mismo opinaba que hubiera sido raro tener un toque femenino en este disco. Tenía que estar yo solo. Estoy seguro de que trabajaremos juntos en el futuro, me encanta lo que ella está haciendo con su proyecto en solitario. Creo que nuestras voces combinan muy bien. Pero sí, hubiera sido raro que ella estuviera en este disco. Aún así, me sentía nervioso al respecto, porque sé que la gente adora la combinación de nuestras voces, así que si mi proceso compositivo no hubiera estado a la altura, sé que la gente hubiera echado aún más de menos su presencia.

Estas canciones nacieron en un hotel de Palermo en pocos días. Cuéntanos más al respecto.

Necesitaba salir de Bélgica, y estaba en un proceso de soledad, necesitaba enfocarme. Un amigo me dijo que fuera allí, y me llevé mi equipo, quedándome en un hotel durante tres semanas. Conseguí centrarme bastante bien, fue como trabajar. Grabé todas las demos allí. No vi nada de la ciudad en todos esos días, y todo el mundo me preguntaba: “¿qué tal en Palermo?”, y no podía decirles apenas nada. Pero después volví para grabar algunas tomas de vídeo y hacer algunas fotos. En aquel momento, estaba en un momento tan introspectivo, que todo se centró en el trabajo. Luego pensé “tengo que escribir algo inteligente sobre el amor”, pensé en cambiar algunas voces o letras, pero lo que surgió en aquella habitación de hotel fue bastante puro, y creo que hice bien en dejarlo tal cual. La mezcla tiene el glamour del estudio con la intimidad de ese espacio.

¿Por qué Italia?

A posteriori, puedo ver que Palermo tiene un romanticismo que la hace algo nostálgica, con edificios muy bonitos cuya pintura se está desvaneciendo, lo cual me gustaba mucho y casaba con mi idea para el disco: un poco glamurosa y al mismo tiempo decadente, así que es la explicación que encontré tras estar allí, pero no como parte de un plan preconcebido.

 

¿Aparte de ese inicio, cómo describirías el proceso creativo detrás de «Ha Ha Heartbreak» hasta llegar a convertirse en el disco que es?

Obviamente, una ruptura es un punto muy frágil sobre el que partir, a veces solo quieres pensar. Hace cuatro años empecé a meditar y me lo tomé muy en serio. Creo que si conectas con tu subconsciente, entiendes de donde vienen tus ideas y llegas a sentir que una canción puede ser realmente buena porque viene de tu interior, de lo que tú eres y cómo lo sientes. Es algo misterioso y mágico y a la vez está repleto de belleza.

¿Cómo lograste crear un equilibrio entre la intensidad emocional de las letras y la alegría musical en el álbum?

Como compositor, siempre pensé en escribir un álbum que mostrara lo mejor de mí, que dejara fluir mis emociones. Pienso que tiene que ver con el hecho de que si tratas de superar una ruptura, como si fuera una mujer tratando de superar una ruptura con su chico, habría un momento en el que se pondría sus tacones, y decidiría salir, como si fuera una cuestión de orgullo, así que creo que el groove, esa sensación de resurgir, fue lo que alzó mi alma. No se manifestó haciéndome sangrar por la nariz, sino como algo de orgullo.

Hasta el título ‘Ha Ha Heartbreak’ tiene esa dualidad entre risa y desolación.

No del todo. Todo el mundo piensa que en este caso el tema va sobre la risa, pero para mí fue como un gancho. Todo viene de una demo en la que canto “ha, ha, heartbreak” como entrada, y pensé que podría ser algo pop, algo fácil de tararear, como un recurso que con el que fuera inmediato conectar. Para mí, tiene mucho más que ver con algo pegadizo que con una risa estruendosa.

Qué inspiró una letra como la «Time Bomb»?

Todas las letras del disco son muy personales. Se trata de una canción de enfado, rollo pasivo/agresivo (risas). Empiezo pensando que todo está mal, y de repente al final estallo y pego un gran grito. Fue curioso, porque trabajando en ese tema, había un vecino en el hotel que se enfadó bastante con el ruido, y empezó a golpear la pared. Es un buen ejemplo de los orígenes de Warhaus, en los que reviento y exploto y acabo diciendo “que le jodan a todo”. Creo que es una canción interesante porque encierra varios aspectos de la condición humana.

 

¿Podríamos decir que Warhaus es tu forma de exteriorizar lo que sientes y piensas?

Con Warhaus, llego más adentro, y aunque disfruto muchísimo trabajando con Balthazar y salen siempre ideas buenísimas cuando nos juntamos, lo bueno de un proyecto en solitario es que no tienes que comprometerte con nadie, y miras solo bien hacia tu interior. Puedes enfrentarte a tus demonios, y mis discos favoritos lo hacen. Imagino que es más intenso. Pero me gusta variar, combinar ambos mundos.  

En ciertas canciones vemos influencia de una veterana banda de tu país, dEUS. ¿Qué más artistas estaban presentes en tu mente al elaborar estas canciones?

No creo que estuvieran tanto en mi mente en este caso, porque cuando estoy trabajando en un disco, no escucho demasiada música. Crecimos en los noventa y como chavales, ellos eran como héroes nacionales en aquel momento, y están en nuestro ADN musical. Me siento agradecido por haber crecido con una banda tan buena. Nos inspiraron y nos enseñaron a combinar diferentes elementos en la música.

En España apreciamos a bandas belgas como las tuyas, dEUS, Girls in Hawaii, el joven Tamino… ¿qué otros artistas nos recomendarías?

No creo que haya un sonido belga como tal, pero sí una actitud hacia la música. Creo que tiene que ver con que Bélgica es un país muy pequeño en medio de Europa, y tenemos Francia, Reino Unido o Alemania que son mucho más grandes, mucho más poblados como países, y pienso no somos nada chovinistas, pensando, “aquí está la pequeña Bélgica”, sino que somos muy abiertos a otras culturas e influencias, como blues americano, el sonido francés tan elegante o el brit-pop, y a partir de ahí hacemos nuestra propia mezcla belga, y si escuchas a bandas de aquí ves que son muy abiertas de mente, lo cual creo que es genial, admirable.

¿Cómo serán los conciertos de tu inminente gira?

Tengo la mejor banda del mundo conmigo ahora mismo, son unos músicos excelentes, incluido uno que trabajó antes con Balthazar también, dos multiinstrumentistas que pueden tocar hasta veinte instrumentos. Vamos a tratar de capturar el alma del disco en vivo, llevaré grabadas secuencias en loop, con violines y trombones, y creo que va a ser muy divertido.

Escucha ‘Ha Ha Heartbreak’ de Warhaus

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