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El Hijo – La Rueda Del Cielo (Intromúsica/Ruido de Fondo)

Hace unos días leía el libro de Carlos García Mera titulado Música callada en la que se hace mención a Narciso Yepes con estas palabras del guitarrista murciano: “Lo que hacen en general los otros guitarristas de categoría es leer primero la música y luego adaptarla a la guitarra, pero yo no; primero intento sentir la música y después adaptar el instrumento a ella, y ahí está lo que me diferencia fundamentalmente de lo demás”

Estas consideraciones revelan algo que me conduce a entender mejor la música que emana de la mente de Abel Hernández, AKA El Hijo: las notas que resuenan son organismos que revolotean en el silencio, en la fase anterior de ser ejecutadas por máquinas. Es como si los sonidos se agazaparan en una abstracción que se ha emancipado de las coordenadas espacio/tiempo.

El Hijo, con este fabuloso La Rueda Del Cielo (Intromúsica/Ruido de Fondo, 2021), crea espacios sonoros en los que el oyente no encuentra amarres con su “yo”; por así decirlo, el silencio se cuela en los intersticios de una producción llena de graves, de capas superpuestas, guiños metasonoros, etc. Estamos ante una osadía: hacer saltar por los aires toda la tradición de escucha estructurada, aquella con la que nos sentimos cómodos porque está normativizada. Hacer esto es una gesta, sin duda, y más cuando no estamos hablando de música que encuentre cobijo en la tradición mística (o sí), pero sí en la vanguardia que se codea con una redefinición del mainstream.

Música con una narratividad y coherencia interna que parece saltar por los aires, autosabotear(se): Phil Collins y el K-Pop combinan lenguajes simbólicos en “Burberry”, la pieza con la que arranca el disco: un binomio extraño, con ecos a Vangelis a lo lejos, también. Porque en los surcos de este disco existen muchas resonancias, ecos que parecen diluirse en el simulacro de espacio.

En un intento por mostrar una alianza más estrecha con el pop, en “Sirenas” habita una sensibilidad por unos patrones rítmicos que combinan el IDM, los sintes a lo Oneohtrix Point Never, y la deformación de la voz humana.

Rodrigo Cuevas también se convierte en una especie de cybor queer en “Espejismos” en donde la realidad falseada se alinea con sonoridades cercanas al sello Modern Love, el trap, y las saetas.

Las texturas deformes, alienadas, que crean nuevas realidades acústicas de insólita clarividencia encumbra a “Cuaresma”, con ritmos tribales que me recuerdan a la fourth World music del recientemente fallecido Jon Hassell, mientras que la preciosa “Tebas” (la rueda del cielo” -cantada a dúo con Lauren Casline, antigua alumna de Abel– también podría abrir un fecundo diálogo con el autor de Vernal Equinox.

Las influencias de Andy Stott y Arca quedan bien patentes en “Accidentes Planeados” y “Oasis 3AM” – ¿guiño a KLF? -, esta última con un desarrollo que se balancea por terrenos del balearic y la new age.

Casline se pone delante del micro de nuevo en la preciosa “Circe” con resonancias siniestras al minimalismo de John Cage, la estética vapor wave de Julee Cruise, la hauntología de Moon Wiring Club, y al doom metal. Alusiones al Génesis y a las credit cards cierran el círculo con “Tohu Bohu” en un disco de múltiples lecturas e interpretaciones, y que se me antoja como uno de los más necesarios actos creativos emprendidos en nuestro pop nacional en lustros.

Escucha El Hijo – La Rueda Del Cielo

 

 

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