Joaquín Pascual (Fotomatón Bar) Madrid 27/10/23

No hace mucho que comentaba para estas mismas páginas las virtudes de un disco escalofriantemente bueno como lo es Baladas para un Atraco (23), último trabajo de Joaquín Pascual con el que retomaba la senda de su ya dilatada carrera en solitario.

Este año, desde luego, no ha parado. Pude verle con la resurrección fiera de Surfin’ Bichos y, recientemente, con la de los magnos Mercromina en VisorFest, pero debo decir que, contra todo pronóstico a priori, quizás lo que más ganas tenía de ver era la defensa espartana del conjunto de sus nuevas canciones, tan íntimas como purificadoras en su belleza crepuscular.

Para la ocasión, vendría armado de su guitarra eléctrica, su pedalera fiel y un nuevo compañero de fatigas en sus shows a la batería, Pedro Gavidia. La velada comenzó emocionante con Joaquín contándonos cómo surgió la idea del nuevo álbum a través de una conversación que tuvo con su compañero y amigo Fernando Alfaro referida a las maneras en que debieran afrontar el último tramo de sus vidas, cometiendo un gran atraco para aferrarse, finalmente, al retiro del amor y la amistad más imperecederas y fieles, si bien dijo que el planteamiento de Fernando durante la charla era bastante más punki, como su naturaleza exhibe habitualmente.

Era evidente que su nuevo disco sería el protagonista de la noche, como así fue, y, al igual que en estudio se deja cocinar lentamente en un claro crescendo, las composiciones fueron en un claro de menos a más, de tal manera que ya a la altura del intimismo de “El atraco”, el binomio estaba ya plenamente engrasado. Fue entonces, justo, al desviarse del cancionero reciente, cuando llegaron dos temas defendidos con especial brío, “El Misionero” y “La perspectiva”, con un Joaquín Pascual ya más desenvuelto y proclive a descerrajar su nervio crudo y eléctrico.

Fue entonces cuando volvieron a su reciente obra magna con “El accidente”, que sonó con una tensión asfixiante del todo deleitosa, quizás la mejor defensa escénica del repertorio nuevo, junto a una gordísima “Empezar de cero”, en la cual pareciera que todos los Mercromina, al igual que en la colaboración puntual del disco, estaban metidos dentro de él.

Hermoso rescate también el de “Vivir por vivir” de su ya lejano segundo trabajo, La Frontera (12), del que también rescató en el bis una sinuosa y lynchiana “Un ritmo Caliente” en otro de los instantes memorables del pasado viernes para, finalmente, regresar a su primer trabajo en solitario, El ritmo de los Acontecimientos (10), con la animada “La unión y la fuerza”, que encendió a toda la sala enormemente, antes de terminar con el susurro dedicado a su amiga y ex compañera Ana Galletero allí presente con la delicada “De paseo”, demostrando su particular y única manera de emocionar de puntillas nuestro epitelio.

Por cierto, destacar que dejó fuera la canción que más me ha dejado seco el lagrimal este año, “Una cruz clavada”, y, ahora que lo pienso, ya sé el porqué: no es fácil desencajar algo que se lleva tan profundamente incrustado en el corazón.

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