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Joaquín Pascual – No hay nada que hacer por el romanticismo (DAD)

Joaquín Pascual es uno de esos artistas que huyen del protagonismo en primer plano. Según van pasando los años, considero que es la posición más razonable, lógica y serena que cualquier ser humano con un mínimo de sentido común adopta frente a cualquier faceta de su existencia.

Este hecho, desgraciadamente y más en los días que nos rondan, hace que las labores artísticas pudieran pasar mucho más desapercibidas de lo que artista y público desearan. Eso, también en el fondo, no debería de ser la mayor preocupación. Desde mi punto de vista, la constancia, la sinceridad con uno mismo y su entorno y, cómo no, la capacidad de seguir teniendo algo que decir son los bastiones fundamentales de cualquier trayectoria que se precie.

De todo ello va suficientemente sobrado  y  este año publica el que es su ya séptimo disco en solitario, No hay nada que hacer por el romanticismo (25). Pese a lo extenso de su carrera, a poco que uno ahonde en los surcos de sus discos, consigue notar los diferentes patrones, estados e intenciones de cada uno de ellos.

Sin ir muy lejos, si el anterior Baladas para un atraco (23) -apoteósica obra del valenciano a la altura de lo mejor ofrecido en cada uno de sus participaciones artísticas desde Surfin’ Bichos, pasando por Mercromina y Travolta hasta llegar a él mismo sin aditivos- nacía como acción y refugio en los que sumergirse para sobrevivir a lo que nos queda por aquí a través de la auto-indagación y la búsqueda, con este último nos encontramos ante un artefacto bastante menos reflexivo. Lo catalogaría como un disco urgente, y si me apuran, furioso hacia el incomprensible entorno que nos rodea y del que, a su vez, formamos inevitablemente parte.

Se trata de una mirada alrededor en la que, más que huir, queda observar y volcar todo el escepticismo en forma de canciones con resultados tan clarividentes como en el propio tema titular que da nombre al disco o en “Por el bien de la gente”. En el plano musical, nos encontramos con un disco frontal, armado y sosegadamente encrespado, si me permiten la antítesis.

A ello contribuye una maraña de guitarras y distorsiones que nos acompañan desde el arranque con “Con toda la fuerza” a las que flanquean unas percusiones violentas que cimentan un recorrido inflamado, con ciertas señas de identidad que me retrotraen, personalmente, a aquel debut en solitario que fue El ritmo de los acontecimientos (09).

Otra de las grandes virtudes de Joaquín Pacual es, cuando se lo propone y cree oportuno, sonar a banda aunque firme él solo las canciones; las arma con mimbres efectivos y carnosos dentro de su tendencia a no emborronar mucho el resultado.

Consiguiendo siempre un acabado uniforme, la emotividad y la sensibilidad que, de siempre, ha sido lo que más me arrebata de su manera de componer, no suponen en esta ocasión el objetivo preponderante a la hora de transmitir, si bien en canciones como “La Ventana” y, especialmente, en “Medio desnudo” uno se encuentra frente a esas bonitas canciones sencillas, hermosos cantos a encontrarse a uno mismo mientras nos disolvemos al caer el atardecer de nuestra existencia.

Escucha Joaquín Pascual – No hay nada que hacer por el romanticismo

 

 

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