Lykke Li – I Never Learn (Ll Recordings/Atlantic Records)

La princesa sueca Lykke Li está de bajón. De auténtico bajón. Sólo así se puede analizar un disco en el que se olvida del posible trono de diva pop a lo Robyn (algo en lo que ella no quiere convertirse) y desciende a las catacumbas del fracaso emocional a través de un puñado de torch songs que así, de entrada, dejan un poco frío, la verdad.

Si bien va sobrada de voz y carisma, el disco se hace largo y cuesta acostumbrarse a esta Lykke Li con los que nos gustaba la de Youth Novels (08), si bien el anterior Wounded Rhymes (11) ya avisaba de lo que se nos venía encima («Get some» aparte). Con este I never learn (14) cierra una trilogía tras una época convulsa y es que a sus 28 años, parece que la vida ya le ha dado algunos revolcones.

Producido por ella misma, el habitual Björn Yttling de Peter, Björn and John y Greg Kurstin, el disco suena grandilocuente y épico, sin espacio para el reproche pues consigue transmitir lo que se propone. «I nevel learn» convence y supone un arranque devastador, en el que nuestra protagonista asume su responsabilidad en su dura travesía por el proceso de ruptura (porque sí, amigos, parece ser que existe quien pueda dejar a semejante estrella) aunque ya llama la atención un aspecto que genera dudas: unas letras demasiado previsibles que restan credibilidad al torrente vocal que las transmite.

Por fortuna, hay otros momentos para la esperanza, como los singles «No rest for the wicked» y «Gunshot», pero en general prima una sensación de derrotismo que debilita la imagen poderosa que nos habíamos creado de la sueca. En momentos de autodestrucción, este disco se antoja un compañero ideal. Sin ser ni mucho menos un mal trabajo, si que requiere una predisposición mucho mayor que cualquiera de los dos anteriores.

Atrás quedaron los hits sofisticados y sus elegantes incursiones en la música de baile («I´m good, I´m gone», «Dance Dance Dance», «Let if fall» o «Little bit», cuatro de las joyas de su enorme debut, son el clavo ardiendo al que nos agarraremos los nostálgicos). El presente se escribe en forma de lamentos de una artista herida y crecida en su sufrimiento vital. Tú eliges con cuál te quedas.

 

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