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Medusa Box: potencia extremadamente sutil

La medusa tipo “Box” (“Caja”) es la más nociva y peligrosa del planeta aunque dos jovencísimos músicos de la localidad de La Bisbal D’Empordà (Gerona) no albergaban ningún conocimiento de todo ésto en un momento de 2011, cuando un conocido, por teléfono, les sugirió ese muy atrayente nombre para su naciente combo. De manera divertida, les agradó la idea de adoptar dicha denominación a ambos fundadores del proyecto.

A ese par de ex-ukelelistas, llamados Enric Mont (voz y guitarra) y Jordi Bosch (bajo), se les fueron agregando, posteriormente, Nil Bribian (batería), Adrià Bravo (teclados) y Emili Bosch (segunda guitarra). Un estilo muy próximo al garage-rock con ciertas dosis de punk y post-punk es lo que se plantearon ejecutar, de inicio, estos 5 muchachos del Noreste, los cuales ya han aparecido en la Playlist Emergente de Muzikalia, hace muy poco.

El largo EP autoeditado, Last idiot kids ( “Los últimos niños idiotas” de 2013), comenzó con la que considero una de las más vistosas canciones de su carrera como es “I want to fuck a bitch”, un furioso arranque de rock and roll, aún algo primigenio éste pero altamente efectivo y que recuerda a los primeros Jet. Otros argumentos más sosegados aunque con buena cadencia como “Lemon Juice” apuntaron ya, desde el principio, que este grupo atesoraba “un algo”. Tras esta carta de presentación de tintes indie-rock, continua el disco con apetecibles y bastantes directos flashes como las desgarradas y veloces “I don’t want to be a rat” o “Arctic Fuckers”. En todos los demás cortes, también enseñan su fiero y versátil carácter artístico y, a la vez, considerables olas de calidad aunque todavía con algunas férricas aristas por limar. La audaz incursión de Medusa Box en el vasto oceáno del rock and roll ya no tenía vuelta atrás pero habían conseguido plasmar ya un inconformista trabajo de entrada en aquel 2013 que, incluso hoy día, desprende una relativa solidez, a lo largo de las 8 piezas que lo componen.

No me detengo, en exceso, en las fuentes de dónde sorben y que se les han asociado con los años: Arctic Monkeys, The Strokes, Kasabian, Queens of the Stone Age, The White Stripes, Radiohead, The Raconteurs, The Killers, Mando Diao, etc. Tampoco han renunciado los Box, durante su carrera, a empaparse de Miles Davis o “classic rock” como The Doors, Pink Floyd, Beatles, The Who, Hendrix

Aunque suelen cantar en inglés, en 2014, también sacaron a la superficie pública un potente tema suelto y en idioma catálan como es “Demència”, donde para mí también musican perfectamente su lengua materna y el vocalista Enric Mont da la sensación de que se aleja, aunque sea durante solo 3 minutos, de la reminiscencia vocal y del área de influencia de Alex Turner o Julian Casablancas, por ejemplo. Eso me conduce a plantear una teoría: ¿debieron seguir componiendo muchos más temas vocalizados en su lenguaje más natural? Opino que tampoco hubiera sido mala opción, ni mucho menos, adentrarse más en esa dimensión lingüistica tras la excelsa demostración con la propia “Demència” y alguna más que tocaron en català. Es una incógnita que dejamos aparcada y continuamos con la historia de este inquieto pentágono gironino.

Arriba después su primer LP, propiamente dicho, Pay for it (“Paga por ello” – 2015) y recuperan temas de su opera prima, además de novedosos añadidos como “I aroused easily” , “Empty roads”, “Fake emotions” o “Running” y demás repertorio para la ocasión, donde confirman su tendencia a ir por la vía directa, complicar lo justo las canciones y aún con guiños a los géneros citados al principio. Esto mismo es algo que, para mí, no es tan aconsejable para próximos pasos musico-evolutivos de una banda pero que, sin embargo, en aquel momento les servirá a estos decididos catalanes para conectar con cierto tipo de público adscrito a sonoras inmediateces varias. De todos maneras, la destreza del quinteto para cocinar temas guitarreros que enganchen es notoria. Por otra parte, el final de Pay for it como es la profunda “Love, give me my friends back now” apunta a un escalón más alto y… ¿resulta ya esta misma canción un puente hacia algo más comprometido? Es decir, ¿seguirían creciendo como intérpretes Medusa Box? Veámoslo.

De momento, 2014 y 2015 son unos años donde se producen ya impactos y propulsiones, de cierta consideración, acerca de la propia banda ampurdanesa, ya que vencen en concursos como Lolatownfest (Cádiz), Intro, Saberfest o Track Vendrell. Así mismo, en nuestro propio país más México o Perú, consiguen atraer la atención de decenas de miles de melómanos, como he sugerido antes. Poco a poco, los diferentes medios españoles se irán inclinando también por entrevistar a la “Medusa en Caja” (se le llama así porque es una forma cuadrada la que posee la parte superior de ese letal organismo de los mares australianos).

Los diez temas editados, por la discográfica Entrebotones, de Nothing all behind these masks (“No hay nada detrás de todas esas máscaras” – 2017), constituyen un perfeccionamiento de los planteamientos anteriores y una mayor y lógica maduración de los mismos. Medusa Box demuestran aquí su perspicacia como músicos y destilan además una mutación gradual, sin que sea apenas violento dicho cambio para el oyente adepto a sus obras precedentes. Todo este retoque de planteamientos hacia algo más arriesgado y con más desarrollo musical, es palpable en temas como en la dramática “Electricity” o el magistral manto sónico de “Bloody Dance”, donde repito, ahora las cosas son algo más complejas y más explorables que en 2013 y 2015 pero sin extraviar la personal y explícita esencia que gustan de llevar a cabo a los mismos Mont, Brivian, Bravo y los dos hermanos Bosch.

Para confirmar que estos chicos apuntan alto, hallamos el toque rock-jazz de la sofisticada, poderosa, extraordinaria y distinguida “Seduce me with rubles”, donde los propios Box parecen posicionarse ya, cada vez más, hacia puntos más alejados de su iniciática y más llana agresividad sonora. Por contra, con el single “AMMP”, recuperan ecos de las más sencillas sonoridades de sus inicios. En el resto de las tonalidades del resto del disco, el artístico paso adelante es obvio, recalco; incluso en sus momentos más enbravecidos como “Sexual Tension” o con la postrera apuesta de muy diversas sensaciones delicadas como es “Night Vision”. Intensas emociones, en forma de montaña rusa, vividas por “frontman” Enric Mont en un viaje suyo, precisamente por Estonia y diversos lugares de Europa Oriental, sobrevuelan la totalidad de este álbum tanto en sus letras como en su música.

La gira de este 2018 les ha transportado a la banda “medusiana” a tocar ya fuera de España (la cual ya han recorrido en su mayoría, por cierto) y a visitar países vecinos como Francia.

De la mano de la disquera marsellesa, Le Cirque Music, se lanzó The Fall (“La caida” – 2018), su nuevo EP de cuatro cortes, donde la amplia, bella y sentida melancolía del tema-título ya había aparecido en la citada obra “mascaril”, de 2017. Otras sutiles y frescas propuestas como la canción titulada simplemente “O” ( “un resurgimiento post-dramático, en que todos los recuerdos atenuaban mi realidad actual” – según declaraciones del propio vocalista Enric Mont sobre dicha melodía) o esa persuasiva roca circular y algo distorsionada que, es “My faith is blind” , confirman las continuas mejoras cualitativas y los esmerados arreglos de Medusa Box, construyendo así una esperanzadora plataforma hacia su tercer LP, el cual aguardemos que se sumerja muy pronto en nuestros oídos para, ¿quizás 2019?.

Sea como fuere, Medusa Box van abandonando, lentamente, su condición de “promesa” y nadan ya hacia una transformación como nueva potencia del pop-rock peninsular.

Podéis escuchar su música en su Bandcamp.

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