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Nick Cave & Warren Ellis – CARNAGE (Goliath Enterprises)

Siento decepcionaros, pero aquí no encontraréis a ese señor que enajenado se encaramaba al escenario para escupir aquello de “I wanna tell you about a girl”. No, este no es aquél Nick Cave. Tampoco es el que encandiló a audiencias rock con discos que abrazaban el sentido de ese término en las coordenadas más accesibles que alguien como él puede asumir. Esas mismas audiencias que ahora reniegan un poco de él porque no les sirve el plato que ellos han pedido, porque lleva un tiempo dedicándose a hacer discos atmosféricos, reflexivos y opresivos, a los que hay que acercarse con la mente a prueba de balas.

Y por supuesto, el hecho de que un Apocalipsis pandémico se cierna sobre el mundo, es una ocasión que pintan calva a este señor, que a pesar de estar menos rockero, sigue encabronado, para alzarse cual predicador a decirnos que la mano de Dios desciende sobre nosotros. Ese hecho, unido, por supuesto, a la necesaria cancelación de su tour mundial y al obligatorio encierro, como todo bicho viviente, en casa con sus demonios, aceleraron sus ya de por sí prolíficos procesos creativos. Disco al canto. Y una vez más, claustrofóbico.

Al igual que muchos otros, necesitaba mantenerse ocupado para no pensar. O más bien, para canalizar los infiernos que pasaban por su cabeza. Para ello, también como tantos otros, tenía que adaptar su música a las circunstancias del encierro. No podía contar con The Bad Seeds. Una banda que necesita reunirse en un lugar para funcionar. Pero sí que podía contar con su fiel Warren Ellis, el talentoso y barbudo miembro de las malas semillas con el que ha urdido innumerables bandas sonoras, pero hasta ahora nunca un disco “de canciones” a pachas.

Así que, aunque ya había sido anunciado a través de sus célebres Red Hand Files, salía ayer, por sorpresa, un álbum firmado por Cave y Ellis titulado CARNAGE (“Carnicería), en palabras del australiano “un disco brutal, pero muy hermoso, incrustado en una catástrofe comunal”. Un disco sin su banda, pero que sin duda es consecuencia de la evolución mostrada en los tres últimos discos de estudio grabados con ella. Desde Push The Sky Away, hasta Ghosteen, pasando por The Skeleton Tree, su sonido ha transitado desde algo diseñado para el directo a un amalgama de atmósferas que buscan la intensidad y la catarsis.

Por tanto, esté o no implicada la banda al completo, CARNAGE es un trabajo que se sabe heredero de los tres anteriores. Fruto de una potente evolución que culminaba en aquella misa fúnebre que proponía el inmediatamente anterior. Comparado con Ghosteen, por supuesto, éste es una fiesta. Pero ironías aparte, no puedo evitar encontrar cierto tufo a sobreexplotación de fórmula.

No olvidemos que este es un disco de encierro. Otro de los muchos que inundan ahora un panorama discográfico que sigue sin tener directos en los que apoyarse, pero trata de mantenerse vivo. Y cabe plantearse aquí cómo y porqué se hacen estos discos. El artista no puede hacer lo que está programado para hacer y necesita una salida. El disco es una vía de escape. Algo pensado por y para él. No es difícil, por tanto, que intervenga cierta -o mucha, depende del caso- autoindulgencia.

¿Puede calificarse CARNAGE de disco autoindulgente? Bien, no creo que sea la palabra para calificarlo. Si algo ha demostrado Nick Cave a lo largo de su carrera es que es un artista para nada acomodaticio. Un artista de verdad. Pero los artistas de verdad, los que son tan grandes como él, por suerte o desgracia, marcan elevados estándares que ellos mismos deben ir superando a cada paso que dan. En ese sentido CARNAGE, que en absoluto es un disco menor, pierde la batalla con sus predecesores.

Repito: no es para nada un disco menor. Y lo cierto es que hacer monumentos de canción como la titular entre sólo dos personas es alucinante, pero también es bien cierto que la cohesión y coherencia que uno encontraba en, por ejemplo, todo Push The Sky Away, es algo que aquí sólo se vislumbra a medias. Cada canción va un poco por su lado. La maravillosa pastoral “Alburquerque” no tiene mucho que ver con esa barbaridad que es “White elephant”, probablemente el gran triunfo del disco y una canción que por sí sola, ya le otorga el notable. La tríada paisajística a la que dan forma “Lavender fields”, “Shattered ground” y “Balcony man” es bonita, claro, pero también una redundancia de ideas que hace que el disco termine, en mi opinión, algo difuminado. Es como que se desinfla. Como esas conversaciones en que uno de los interlocutores sabe que ya le ha contado todo lo que tenía que contarle al otro pero sigue hablando, una y otra vez, de lo mismo. Dando vueltas, deleitándose.

Se agradece, no obstante, que sea un disco bastante concreto. Sólo ocho temas en cuarenta minutos que ganan por separado más que en un conjunto que quizá tienda a la pérdida de atención del oyente una vez pasado su ecuador. Pero eso sí, no hay duda de que su autor mantiene su pulso y talento, porque hay momentos de monumental brillantez. No será su nueva obra maestra, pero a buen seguro convencerá a los que siguen su carrera con interés y sin fobia a sus constantes cambios. Sí, amigxs, Nick Cave ya tiene su “lockdown record”, podemos dormir tranquilos.

Escucha Nick Cave & Warren Ellis – CARNAGE

 

 

 

 

 

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