Wintercase Festival: The Flaming Lips+The Czars+Imperial Teen – Sala Arena (Madrid)

Diecisiete años después de su debut discográfico (“Hear It Is”, 10.000 copias vendidas en todo el mundo), The Flaming Lips actuaron por primera vez en Madrid el pasado 17 de diciembre (en una nueva odisea en la sala Arena, por cierto; el peor recinto de conciertos de Europa nos obsequió esta vez con una espera de UNA HORA para recoger nuestros abrigos a la salida; ¿Para cuándo la suspensión de todo tipo de eventos en ese tugurio?). Pese a su extensa carrera, escuchar a TFL antes del excepcional The Soft Bulletin (1999, 350.000 ejemplares worldwide) quedó reservado a los sufridos seguidores de la empalagosa Beverly Hills 90210 (por estos lares del señor Sensación de vivir). Sirviendo de cruel escenario para sacar a la luz su hit single “She Don´t Use Jelly”, la populosa serie hizo que Warner Bros se frotara las manos allá por 1993 con las 300.000 unidades vendidas de Transmissions From The Satellite Heart. El puñado de locos de Oklahoma que habían contratado un año antes empezaba a rentabilizar.

Coyne, Drozd e Ivins han tenido que esperar a peinar canas para devenir en la banda del momento, la que todos quieren ver y a la que todos sueltan palabras de admiración sin temor al error o al próximo arrepentimiento. Son imaginativos, creativos, innovadores y con un toque de descerebrados; proclaman el amor, la amistad y la alegría sin sonar a pastiche hippy; y encima hacen canciones buenas y son capaces de colar en su último álbum (Yoshimi Battles The Pink Robots, 2002) una manida estética japonesa sin que suene a revival. “Tengo una cosa por dentro que me dice que lo de hoy va a ser algo impresionante», oí a una voz fraterna mientras la banda de Frisco Imperial Teen intentaba sacar palmadas al público a fuerza de guitarreo contundente, actitud sincera y gratas composiciones. Madrid temblaba ante lo que se esperaba grande, grande, grande…

Antes quedaba degustar al segundo conjunto de la noche Wintercase del martes, The Czars, que dejó un más que agradable gusto en el paladar. Lo que parecía ser la enésima reencarnación de Nick Cave resurgió en pop colorido y amable, interpretado magistralmente por la laberíntica voz de John Grant (¡Enorme!). Treinta minutitos que supieron a poco.
¿Todo listo? Para TFL llegaba el momento de enfrentar su merecido sold out madrileño. Lo hicieron tirando del stock sobrante de pasadas fiestas. Sacaron el confetti, los artilugios (megáfono, farol rojo, caja lumínica proyectada hacia el público desde el pecho de Wayne Coyne gracias a un enganche al cuello, guitarra acústico-sideral), los disfraces y las proyecciones de vídeo y a montar el show. Iniciaron con “The Race For The Prize”, para ir desgranando un cortísimo repertorio protagonizado por los temas de sus dos últimos álbumes y en el que hubo lugar para casi todo. “Dicen que somos una mezcla entre Pink Floyd y Radiohead, tocaremos una canción de cada grupo y después podéis decidir vosotros”, dijo Coyne antes de pedir al público un traductor para encontrar a alguien que cumpliera años ese día. Encontró a María Jesús (“Mary Yisas” para la cada vez más titubeante voz de Coyne), que seguro no esperaba que ese día le iban a cantar el “Happy Birthday to you” cientos de personas. Entre este tipo de comuniones, otras más esperadas (el “Oh! Yoshimi…” y una mágica “Do you realize?”) y dejándose en el camerino demasiada carga de peso (¿Dónde quedó “The Spark That Bled”?), se despidieron con otra de esas excentricidades que tiran más al amargo que al dulce: un villancico en el lugar del bis. Corto pero intenso; irregular pero divertido; patético pero entrañable; pequeño pero grande…

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