Beth Gibbons – Henryk Górecki: Symphony No. 3 (Symphony of Sorrowful Songs) (Domino)

Desde aquel Out Of Season junto a Rustin Man, habíamos perdido la pista a la gran Beth Gibbons en solitario, una de las mejores voces que ha dado la historia del pop. Cuando me enteré hace unos meses que estaba metida en la reinterpretación de la sinfonía n 3 del autor polaco Henryk Górecki, casi no salgo de mi asombro. Para quien esto escribe, esta pieza musical dividida en tres partes, es una de las más bellas elegías (llamado Lento o v velocidad en la que se ejecuta la pieza) musicales que ha dado la música minimalista moderna, y aunque utiliza modales de estilo medieval y religioso, es una composición marcadamente influenciada tanto por Bach, como por Debussy, o por sus maestros Karlheinz Stockhausen y Pierre Boulez , y que con los años se ha convertido en un referente para músicos como La Monte Young o Terry Riley, aunque estos utilizaban más las atonalidades, y otro tipo de plasticidad tonal.

Según cuenta Beth, todo comenzó en un concierto que Portishead hicieron en Polonia en el Sacrum Profanum Festival, y allí es donde se le presentó la oportunidad de cantar esta sinfonía gracias al ofrecimiento del promotor del concierto, Filip Berkowicz.

La de Exeter quería darle vida propia a la composición, esculpir algo nuevo, quería hacer de ella un lienzo en blanco en la que experimentar con las texturas, los ambientes, y poner a prueba su voz. Gorecki compuso esta “Henryk Gorecki: Symphony Nº 3” (Domino, 2019) pensando en una cantante soprano, y Gibbons tiene una tesitura vocal de contralto, con lo que de alguna forma se debía, a la fuerza, reconstruir los sinuosos y angostos perfiles de tan magna obra, aunque tomó clases de canto para no desvirtuar los engranajes que la sustentan y otorgan ese pálpito de vida y de muerte.

Bajo la batuta del gran Krzysztof Penderecki dirigiendo a la Polish National Radio Symphony Orchestra esta es una música de ensueño, en el que en tres movimientos se nos narran historias tradicionales polacas, algunas datadas en el siglo XV: un primer movimiento, extenso, en el que se da constancia de los lamentos de la Virgen María; en el segundo acto, Gorecki se inspiró en un grafitti aparecido en una de las cárceles de la Gestapo durante la II Guerra Mundial, y en la tercera parte, Beth canta el desespero de una mujer que busca a su hijo desaparecido.

Como dato curioso, decir que yo tengo una edición de Elektra Nonesuch publicada en 1992, y firmada por la London Sinfonietta, y cantada por la maravillosa soprano Dawn Upshaw, y esa edición consiguió meterse en los charts británicos de aquel año, incluso superando al “Automatic For The People” de R.E.M. Concebida como música de cámara fuera de los circuitos pop, no deja de ser curioso, y para el autor polaco cobrar royalties fue uno de los mayores enigmas que se llevó a la tumba allá por el 2010.

Una autentica maravilla de disco, que aunque no aporte grandes variaciones al esquema original, demuestra que Beth Gibbons es una de las más audaces artistas de los últimos lustros y parece que nada se le resiste. Cierren los ojos, e imaginen lo inimaginable.

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