Cuéntame una canción: «Take The ‘A’ Train» de Duke Ellington
¡Qué fácil resulta todo cuando uno está inspirado! Billy Strayhorn, por ejemplo, compuso la música y la letra de este tema, que habla del trayecto en metro hasta Harlem, en menos tiempo del que le llevó llegar allí (utilizando la Línea A, por supuesto). Más tarde recordaría que fue casi como escribirle una carta a un amigo.
Así que, no cabe duda de que ese día Euterpe (musa de la música) viajaba en el asiento de al lado, porque el tema era tan bueno que se convirtió en la signature song de Duke Ellington y su banda, y que el director de una jazz band tomase un tema compuesto por otro y lo convirtiese en su tarjeta de visita, no era algo que sucediese todos los días. Sin embargo, la relación entre Strayhorn y Ellington, que empezó a partir de esta canción, fue inusualmente próxima y siempre mantuvieron una estrecha amistad. Más tarde, en sus memorias, el Duque recordaría al compositor como “mi mano derecha, mi mano izquierda y mis ojos en la nuca; mis ondas mentales estaban en su cabeza, y las suyas en las mía”. No sé a ustedes, pero a mí, desde luego, nunca me han dicho algo así.
Su relación empezó un día de 1938, en Pittsburgh, cuando Strayhorn dejó pasmado a Ellington con su versión de “Sophisticated Lady”, hasta tal punto que inmediatamente lo invitó a su propia casa. Por aquel entonces, Duke Ellington residía en el barrio de Sugar Hill, en la parte alta de Manhattan, en el distrito de Harlem en realidad, aunque nada que ver con el Harlem al que nos han acostumbrado en las películas. En aquella época, Sugar Hill era el barrio acomodado para afroamericanos a los que les iban bien las cosas. Fue un momento histórico conocido como Harlem Renaissance, en el que de repente se dieron cuenta de que podían crear Arte y empezaron a proclamar el orgullo de ser quienes eran. Allí se juntaron algunos de los más destacados miembros de la élite cultural negra del momento, escritores como W. E. B. Du Bois, Langston Hughes o Thurgood Marshall, músicos de la talla de Cab Calloway o el propio Duke Ellington, y también activistas de la incipiente lucha por los derechos civiles: Walter Francis White o Roy Wilkins.
Pero volvamos a “Take the A-Train”. Billy Strayhorn era de esas personas que nacen para la música y desde joven había querido escribir piezas clásicas. El único problema era que, por aquel entonces, no había mucha salida para un compositor negro de música clásica. Por eso, hizo lo que otros antes que él: elegir la opción B, es decir, dedicarse a componer jazz.
Así las cosas, un buen día, a finales de 1938, Ellington y su banda dan un concierto en Pittsburgh, que es donde vive Strayhorn. Al terminar, el joven Billy se dirige al Duque y le pregunta si podría mostrarle un arreglo que ha hecho de uno de sus temas. “Claro, ¿por qué no?”, le responde Ellington. Strayhorn se sienta al piano y empieza a tocar. El Duque se queda tan impresionado que llama al resto de la banda para que lo escuche. Todos coinciden; el chico es bueno. Así que, Ellington le dice: “Chaval, ¿te gustaría componer para mí?”. Strayhorn responde que “sí” antes de que Ellington termine la pregunta. “Vale, pues ven a verme a mi casa, en Nueva York, y hablamos”, le da unos billetes para el viaje y le anota las instrucciones: “Toma la Línea A del metro hasta Sugar Hill, tan pronto como llegues a la Terminal de Autobuses, en Penn Station”.
Strayhorn está en el séptimo cielo y no tarda en ponerse en camino. Durante el trayecto empieza pensar en una composición que comience con esas palabras, “Take the A-Train”, y va anotando en una libreta lo que se le ocurre. No son más que unos bocetos, sin terminar, y bueno, no están mal, pero a Billy le parece que el resultado se aproxima demasiado a lo que hace el compositor y arreglista Fletcher Henderson, de quien es un gran admirador, así que, ya en casa de Ellington, tira el borrador a una papelera. Pero, he aquí que en aquellos momentos pasa por allí Mercer Ellington, hijo del Duque, y también compositor. Mercer rescata las notas de Billy de la basura y dice: “Tío, pero ¿qué haces? ¡Esto es bueno! No lo tires”. Strayhorn, un chaval sencillo, que hacía caso a lo que le decían, le da un par de vueltas más al tema, lo completa y se lo ofrece a su nuevo jefe, a quién le gusta tanto que lo utiliza para reemplazar “Sepia Panorama”, que la banda había utilizado hasta entonces para empezar sus conciertos.
La música está escrita en clave de do mayor, si bien Ellington a menudo subía a mi bemol mayor, en la segunda parte. En cuanto a la letra, se trata de pareados sencillos, que insisten una y otra vez en que “si vas a Harlem, debes coger la Línea A”. Aquí sí que no hay mensajes ocultos. A pesar de que Strayhorn escribió unos pocos versos junto con la música, el tema empezó a sonar por la radio en forma instrumental y fue la cantante Joya Sherrill quien escribió la letra de la primera grabación. Luego, cada cantante solía ajustarla un poco a sus gustos y estilo. Así, Sherrill canta “You must take the “A” train / to go to Sugar Hill, way up in Harlem”, mientras que Ella Fitzgerald dice: “You must take the “A” train / if you wanna go to Harlem”. Eso sí, en lo que todas están de acuerdo es en que, si se te escapa el tren “A”, habrás perdido “the quickest way to Harlem”. Tomamos nota.
Lo cierto es que el joven compositor le vino a Duke Ellington como caído del cielo, porque apenas unos meses antes la Sociedad Americana de Compositores, Autores y Editores (ASCAP; el equivalente a la SGAE), acababa de modificar su regulación de los derechos de reproducción y emisión radiofónica (aumentaron un 400% de golpe), y como consecuencia miles de músicos por todo el país, que tenían todas sus canciones registradas en la ASCAP, se encontraron con que las emisoras no podían permitirse emitirlas.
Duke Ellington y su banda necesitaban desesperadamente un nuevo songbook que estuviese libre de las garras de la Sociedad de Compositores, para volver a las ondas radiofónicas y que los oyentes de todo el país conociesen su música. Fue como empezar de cero. Mercer y Billy se pusieron a la tarea y en unos pocos meses compusieron todo un nuevo repertorio. En los años siguientes, Strayhorn escribió para Ellington muchos de sus mejores temas; “Chelsea Bridge”, “Something to Live For”, “Satin Doll”, gracias a los cuales Ellington y su banda volvieron a estar en la onda una vez más.
Por otro lado, hay que decir que, en aquellos días, la mayoría de los compositores desarrollaban su carrera en la oscuridad más absoluta, viendo como los músicos para los que trabajaban se llevaban todo el mérito y recibiendo a cambio cantidades miserables, que apenas les daban para vivir y para comprar papel pautado en el que escribir sus composiciones. A Strayhorn le fue un poco mejor, pues su jefe no le obligaba a permanecer en el anonimato y, de hecho, Ellington solía comentar: “Strayhorn hace la mayor parte del trabajo, pero yo soy el que se lleva los aplausos”.
Juntos escribirían la banda sonora de la película Anatomía de un asesinato (1959), considerada como una pieza maestra del género, y, sobre todo, dos álbumes insuperables: Such Sweet Thunder (1957) y The Far East Suite (1968). Con los años, las versiones que Ella Fitzgerald hizo de “Take the A-Train” (hay unas cuantas) han quedado como las más conocidas (sin sorpresas, aquí). La Dama del Jazz la adapta a su estilo e introduce sus famosos scat, logrando que la canción destaque como uno de los mejores temas de todo su repertorio.
El cine ha hecho uso frecuente de esta canción, la primera vez en Reveille with Beverly (1943), en la que aparecen Ellington y sus músicos interpretándola. Más tarde otras películas también la incluyeron en su banda sonora: Paris Blues (1961), Mi desconocido amigo (1998) o Atrápame si puedes (2002). Fue la melodía de inicio del programa de jazz de la emisora La Voz de América y ha sido versioneada por Cab Calloway, Bobby McFerrin, Henry Mancini, Lawrence Welk… La radio pública NPR la incluyó en 2000 como una de las mejores cien canciones del siglo XX.
Billy Strayhorn siguió vinculado artísticamente a Ellington la mayor parte de su carrera, si bien colaboró a menudo con otros artistas, entre los que cabe destacar la cantante Lena Horne, quien incluso quiso casarse con él, a pesar de que el compositor nunca ocultó su homosexualidad. En la última parte de su vida estuvo involucrado en la defensa de los derechos civiles, que en la década de los sesenta estaban en su momento álgido. En 1967, Strayhorn falleció debido a cáncer de esófago, dejando entre quienes le conocieron el recuerdo de una personalidad afable, que se llevaba bien con todo el mundo y que, tal vez por un exceso de humildad, no recibió todo el reconocimiento que merecía. En su funeral, miembros de la banda de Ellington interpretaron “Take the A-Train”, que para entonces se había convertido en uno de los temas clásicos del jazz, y el 29 de noviembre de 2015, en el centenario de su nacimiento, bandas de jazz recorrieron la Línea A del metro de Nueva York tocando este tema, celebrando así el que ha sido ya proclamado como el Día de Billy Strayhorn.
“Take the A-Train”. Ficha técnica
Música: Billy Strayhorn (1939)
Letra: Joya Sherrill (1944)
Intérprete: Duke Ellington & Orchestra
Fecha grabación: 1941
Sello discográfico: Victor Records
“Take the A-Train”. Letra
You must take the «A» train
To go to Sugar Hill, way up in Harlem
If you miss the «A» train
You’ll find you missed the quickest way to Harlem
Hurry, get on, now it’s coming
Listen to those rails a-thrumming.
All aboard, get on the «A» train
Soon you will be on Sugar Hill in Harlem
You must take the «A» train
To go to Sugar Hill, way up in Harlem
You must take the «A» train
To go to Sugar Hill, way up in Harlem
If you miss the «A» train
You’ll miss the quickest way to Harlem
Hurry, get on board, it’s comin’
Listen to those rails a-thrumming
All aboard, get on the «A» train
Soon you will be on Sugar Hill in Harlem
Harlem, boy
Next stop is Harlem
Next stop, Harlem
Come on, get aboard the «A» train
Get aboard
Next stop is Harlem
Take the «A» train