Entrevista: Francisco Nixon

“Con veinte años te da todo un poco igual. Con cuarenta te preguntas: ‘¿Qué hago yo aquí?’”

Francisco Nixon publicó el año pasado “Aprendiz de Kung Fú” (2015), un libro ubicado dentro de la colección “Mis Documentos” promovida por Álex Cooper a través de su editorial Chelsea. Siguiendo la lógica habitual de dicha serie, el volumen recopila un buen número de recortes, artículos y, en definitiva, recuerdos en torno a las diferentes etapas creativas del músico asturiano.

Pero “Aprendiz de Kung Fú” (2015) es, ente todo, un retrato tan sincero como su propio autor, que desgrana con naturalidad y en primera persona las vivencias de un artista imprescindible a la hora de entender una parte de la música indie de nuestro país, aquella surgida en unos primerísimos noventa.

El gijonés afincando en Madrid ha dejado discos memorables dentro de la escena alternativa patria de los últimos veinticincos años, capitaneando a Australian Blonde, co-liderando La Costa Brava junto al añorado Sergio Algora, en solitario, o acompañado de amigos como Ricardo Vicente o The New Raemon.

Acerca de todo ello le preguntamos a lo largo de una extensa entrevista de veinte preguntas, respondida estoicamente y con la habitual honestidad mostrada por el vocalista en este tipo de encuentros.

¿Cómo surgió la posibilidad de lanzar “Aprendiz de Kung Fu” (2015) en la editorial Chelsea de Alex Cooper?

Álex se puso en contacto conmigo y me contó su idea: publicar una colección de libros de músicos a partir de textos que tuviéramos ya escritos. Nos pedía que le mandáramos todo el material que pudiéramos reunir (fotos, textos, entradas de conciertos, etc.), y él se encargaría de editarlo y darle forma. En mi caso tenía bastante material de entrevistas y colaboraciones para diferentes medios, sobre todo para el webzine “El Butano Popular”.

¿Cuál fue tu criterio a la hora de seleccionar los textos para el libro? El resultado es un repaso (libre, entretenido, atípico y algo anárquico) a toda tu carrera… ¿Era, de algún modo, esa tu intención cuando recopilabas los artículos que iban a formar parte del volumen?

No hubo ningún criterio de selección por mi parte. Le mandé la mayor cantidad de textos posibles y Álex se encargó de escoger los que más le gustaban y ponerlos en orden. Por la propia naturaleza de la idea, el resultado es un libro disperso. Incluso muchas de las opiniones que mantengo en el libro, ya no estaba de acuerdo con ellas en el momento de publicarlo, pero no quise corregir nada. Muchos de los artículos son bromas o reflexiones circunstanciales que responden al espíritu del momento, y eso es lo que quise reflejar. Es un libro modesto: el mayor piropo que he recibido es que alguien a quien hace tiempo que no veía me dijo que leerlo había sido como pasar un rato conmigo. No pretendía otra cosa.

En el libro dices que tus canciones cuentan siempre con una base autobiográfica… ¿Es así? Suele decirse que tus canciones cuentan con narrativa costumbrista en la que cualquiera puede verse reflejado ¿Estás de acuerdo? ¿Qué te inspira en la actualidad a la hora de componer?

A la hora de escribir parto de cosas que me han pasado a mí o a gente de mi entorno, e intento contarlo de la forma más sencilla posible, eso es todo. Quizás el tono coloquial es lo que le hace a la gente pensar en el costumbrismo, pero no es algo buscado. Yo siempre me he considerado un escritor de canciones de amor de las de toda la vida. Quizás lo diferente sea eso, el tono, las referencias a la cultura pop, la autoconsciencia… Lo cual en su momento tal vez pudo ser algo novedoso, pero ahora es muy común, y lo veo en muchos grupos. También uso con frecuencia el humor, pero más como mecanismo de defensa que como sátira. Nunca he tenido la intención de reírme de nadie, excepto de mí mismo. Como no me gusta mi voz, ni me considero un buen intérprete, ni toco especialmente bien, ni soy guapo, ni nada de eso, la única alternativa que me ha quedado es el recurso de hacerme el simpático, y muchas veces me he apoyado en las letras para sacar las canciones adelante con lo poco que tenía. Aparte, creo que cuando logras conectar con la gente a través del texto, se crea un vínculo más profundo y duradero que cuando toda tu propuesta se basa un sonido o una puesta en escena. El riesgo es que tu forma de escribir se convierta en un cliché y acabes tú también convertido en un personaje. Cuando escribo una canción no lo hago pensando que estoy en un escenario tocando para dos mil personas, sino en la barra de un bar contándole algo a un amigo. No me gusta gritar. Mis modelos son Javier Krahe, Jarvis Cocker, Jonathan Richman, Laura Marlin, Randy Newman, Carole King, Kevin Ayers, Adam Green, Manolo Astrud, Gainsbourg, Cole Porter, Sergio Algora, Santiago Auserón, Gloria Fuertes, Adam Green, Jaime Urrutia, Janis Ian, Stephin Merrit, Jardiel Poncela… Eso no significa que no me gusten otros artistas como Kate Bush, David Byrne o Bruce Springsteen, por mencionar algunos alejados de mi manera de componer. Se trata simplemente que he adaptado mi estilo a mis limitaciones. Yo no hago la música que quiero, sino la que puedo. Es una obviedad, pero a veces parece que hay que dejar claro que el hecho de que optes por una manera de hacer las cosas no significa que rechaces las demás.

En “Aprendiz de Kung Fu” (2015) también comentas que sigues sintiendo miedo y teniendo dudas antes de subir a un escenario… ¿En serio? Después de tantos años y tantísimos conciertos…

El miedo escénico va en aumento. A medida que pasa el tiempo empiezas a cuestionar lo que haces, y llega un momento en el que te sientes ridículo. Con veinte años te da todo un poco igual, con cuarenta te preguntas: “¿Qué hago yo aquí? ¿Es esto lo que quiero hacer toda la vida?” Supongo que no soy el único al que se le pasan por la cabeza estas cosas. Yo siempre he comparado la vida del artista con la de los atletas. Cuando empiezas sabes que en el mejor de los casos tendrás unos años buenos, pero siempre estás pensando en el día en el que todo esto se acabe. Todo el mundo piensa que salir al escenario es el acto de vanidad por excelencia, pero también es una cura de humildad. Es exponerte al juicio público y la posible humillación. Muchas veces es decirte a ti mismo: “no me apetece nada, pero bueno, tampoco soy tan importante, salgamos ahí a hacer el payaso un rato para que la gente se lo pase bien, y en media hora ya habrá pasado todo”. Por otra parte, dar un buen concierto es una de las mejores experiencias que se pueden tener en la vida, al menos con la ropa puesta.

Desde un punto de vista económico siempre has manifestado que es complicado dar conciertos, sobre todo con banda… ¿Cómo está el tema en la actualidad?

Hubo una época cuando yo empecé en la que los grupos se dedicaban a tocar para poder crearse una base de fans que les permitiera obtener un contrato discográfico. Hoy en día se da la paradoja de que los grupos se autoeditan discos con la esperanza de tener una base de fans que les permita salir de gira, lo cual para mí es como poner el carro delante de los bueyes. Hago pocos conciertos con banda porque no puedo asumir los costes que eso conlleva. Sueldos, dietas, hoteles, etc.

Todo empezó con Australian Blonde allá por los 90 ¿Qué sientes ahora cuando escuchas los dos primeros discos de tu banda, “Pizza Pop” (1993) y “Aftershave” (1994)?

Hace tiempo que no los escucho. Es como ver fotos antiguas, te reconoces, pero sabes que no eres tú. El primero me sigue sorprendiendo por su sonido. El segundo creo que tiene buenas canciones, pero no tuvimos suficiente tiempo para grabarlo.

Lo digo porque, a mí al menos, ambos discos me remiten a una época en la que la música hecha en este país sufrió un cambio definitivo, con bandas como Sexy Sadie, Los Planetas, Pribata Idaho o vosotros mismos… ¿Empezó (o se consolidó definitivamente) la escena indie patria en esos 90? ¿Crees que aquello fue el germen de ese negocio (ahora tan celebrado y masificado en según qué ambientes) llamado “escena independiente”?

Creo que en España hubo una serie de grupos que tuvimos la posibilidad de conectar con un movimiento que venía de fuera, lo que supuso la renovación de muchas de las estructuras del mundo de la música, algo que en muchos aspectos ha prolongado sus efectos hasta el presente. Me lo pasé muy bien, y mis recuerdos de esa época en su mayoría son muy positivos. Si te gustaba la música, fue una buena época para tener veinte años. Los líderes de mi generación fueron músicos.

El caso es que dentro de aquella escena llegasteis a ser una de las bandas más populares, ofreciendo un montón de conciertos, colando “Chup Chup” en la película “Historias del Kronen”, aquel anuncio de Pepsi… ¿Crees que, de algún modo, Australian Blonde fue una banda generacional? ¿Cómo recuerdas la década y todo aquello ahora, con la madurez que da el paso el tiempo?

No sé qué recuerdo puede tener la gente de todo aquello, me imagino que habrá quien lo asocie a su adolescencia y piense en esa época con cariño. Nosotros fuimos un grupo más de tantos que tuvimos la suerte de tener un hit que nos hizo llegar al gran público. Si tuviera que hacer balance, creo que fue la última década antes de Internet donde era posible la existencia de movimientos juveniles globales. Hoy en día el público está más atomizado, y la música tal vez ya no sea tan importante, no lo sé. Todo aquello de la filosofía del “hazlo tú mismo”, heredado del punk-rock, tuvo un impacto muy positivo en la vida de muchas personas, entre ellas la mía. Gracias a la música pude escapar de mi entorno y hacer un montón de cosas que se suponía que nunca sería capaz de hacer.

 

¿Crees que en la actualidad hay, sobre todo entre los que rondamos los 40 años­, cierta nostalgia por los 90? Y de ser así… ¿Qué crees que podría estar motivando ese efecto?

He observado cierta nostalgia de los 80 con los libros tipo “Yo fui a EGB” y esas cosas, pero no creo que esos sonidos de los 90 estén de moda otra vez, salvo en el caso de grupos muy concretos, como, por ejemplo, Triángulo de Amor Bizarro, Yuck, Odio París, DIIV, Pains Of Beings Pure At Heart, etc… Gente influenciada por esos sonidos, pero que tampoco encabezan ningún movimiento. No sé, si hay un revival de los 90, yo no lo conozco. Creo que lo característico de hoy en día es que cuando escuchas una banda parece que estás escuchando toda la historia de la música de la cantidad de influencias que tienen. Tampoco creo que la filosofía del “hazlo tú mismo” tenga mucho peso actualmente. Más bien resulta una cosa un poco infantil. Pero sí es verdad que estableció un estándar de credibilidad para las bandas que todavía compite con otros, como puedan ser el éxito o el compromiso político. Siempre he comparado el movimiento musical de los 90 con el movimiento religioso puritano inglés. Es un fenómeno típicamente protestante, ajeno a la cultura católica, que tiene que ver con el autoexamen y la desconfianza frente a las instituciones. Sus críticos le reprochan precisamente ese carácter individualista, que impidió crear estructuras colectivas más sólidas. Creo que en eso tienen razón, pero también creo que en ese momento no se daban las condiciones objetivas para ello. De todas formas, discutir acerca de lo que pudo ser y no fue, siempre es complicado.

En el libro lo cuentas de manera resumida, pero me gustaría saber con más detalle cómo surgió La Costa Brava… ¿Cómo llegó a consolidarse el proyecto en firme (siendo además tremendamente productivo) dado que tú nunca has vivido en Zaragoza? ¿Crees que fue sobre todo el resultado del vínculo de amistad tan fuerte surgido entre Sergio Algora y tú?

La amistad con Sergio fue un poco anterior al grupo. Conocí a Sergio en la presentación de un libro en Zaragoza donde ambos participábamos. Nos caímos bien y empecé a ir a verle a Zaragoza de vez en cuando. Le enseñé unas maquetas de unas canciones que estaba empezando a escribir en castellano y él fue la primera persona que me dijo que le gustaban. Días después me dijo que le gustaban tanto que quería hacer un grupo conmigo, usando su banda y su local de ensayo. A partir de ese momento cuando iba a verle aprovechábamos para ensayar y eso se alargó durante seis discos, los que nos dio tiempo a hacer hasta que falleció.

Sé que te lo han preguntado muchas veces, pero me gustaría que me dijeses cómo recuerdas a Sergio Algora. Es increíble lo vivo que sigue su recuerdo en Zaragoza…

Estar con Sergio era como caer por el agujero de Alicia. Sergio generaba un campo de distorsión de la realidad. Nosotros lo llamábamos “Costabravismo”, que básicamente consistía en que el sol brillaba más, el cielo era más azul, la comida sabía mejor, la bebida era abundante, las chicas eran más atractivas, la música sonaba mejor y los chistes eran más graciosos que cuando él no estaba. Sergio no era especialmente guapo, ni cantaba bien, ni sabía tocar ningún instrumento, ni se dedicaba a hacerle la pelota a nadie de la prensa o de la industria. Simplemente era el mejor en todo, y lo hacía como si tal cosa. Tanta intensidad no dejaba a nadie indiferente, era de esas personas a las que amas u odias. Conmigo fue muy generoso, como creo que con casi todo el mundo. Y para mí, fue un valiente. Vivió la vida como él quiso. No sé, hay realidades que nos desbordan, y Sergio era una de ellas.

La Costa Brava era evidentemente un grupo atípico desde muchos puntos de vista, pero… ¿Qué dirías tú que tenía de especial y diferente? ¿Qué crees que tenía La Costa Brava que no tuviese ninguna otra banda de la escena nacional?

No sé, yo creo que esas cosas las deben decir los demás. Para mí fue algo especial por mi amistad por Sergio, y tal vez porque ambos compartíamos cierto sentimiento de derrota con nuestros respectivos grupos tras el paso por una multinacional, y con todo lo que aprendimos montamos un proyecto donde el dinero no fuera lo principal, sino la alegría de hacer música y de estar juntos. Quiero pensar que fuimos capaces de transmitir parte de esa alegría a nuestro público.

¿Tienes la sensación que La Costa Brava será o incluso es ya una banda de culto en nuestro país?

No lo sé, tal vez hayamos ejercido cierta influencia en algunas bandas, pero no sabría valorarlo. Repito: creo que esas cosas las deben decir los demás.

¿Cuál es tu disco favorito de La Costa Brava y por qué?

“Llamadas Perdidas” (2004), porque creo que tiene algunas de las mejores canciones que he escrito nunca: “Falsos mitos de la piel y el cabello”, “Treinta y tres”, “Adoro a las pijas de mi ciudad”, “El cumpleaños de Ronaldo”… Y una de las mejores que escribió Sergio para La Costa Brava: “Mi última mujer”.

¿Es cierto que escribiste “La Condesa Aragonesa” para una novia que tuviste en Zaragoza?

No, la canción fue una de las primeras que escribí en castellano. El título se lo puse más tarde.

Más allá de las giras… ¿En la actualidad sigues visitando la ciudad con frecuencia?

No, ya no voy tanto. Cuando voy me alegra volver a ver a viejos amigos, pero noto una ausencia muy grande.

¿Qué te ha parecido “Hotel Florida” (2015), el segundo disco de tu amigo y colega Ricardo Vicente (aka Richi)?

Sí, estuve en el concierto de la Sala Sol, y me gustó muchísimo, creo que ha conseguido reunir a una banda muy potente en directo y tiene un repertorio muy serio. El disco me ha parecido fantástico, claro. Creo que supone su consagración como compositor, y me alegro un montón de su éxito

“Lo Malo Que Nos Pasa” (2015) es tu último disco hasta la fecha ¿Qué dirías que tiene ese disco que no tiene ningún otro de tus álbumes en solitario? ¿Estás satisfecho con la acogida que ha tenido tanto de público como de crítica?

Sí, es el disco que mejores críticas ha recibido de todos los que he publicado, y me siento muy agradecido por ello, la verdad. He intentado añadir un poco de complejidad en la parte musical, con cambios de tono, arreglos jazzísticos, ritmos un poco más sofisticados… No sé, creo que es el mejor disco que he hecho en solitario, y me parece muy difícil poder superarlo. Ahora mismo me resulta muy deprimente pensar en hacer otro disco. No sabría por dónde empezar, y no quiero repetirme.

Hablando de la crítica… Deduzco del libro que el periodismo musical y su utilidad no acaban de convencerte del todo ¿Cierto?

No sé por qué dices eso. Siento un gran respeto por la crítica musical, y creo que realiza una función imprescindible. Es más, creo que sin crítica no hay obra. Otra cosa es que la función que antes hacían los medios de referencia ahora la hacen los blogs, con lo que la importancia de la figura del crítico se ha difuminado. Y es más, reivindico al crítico musical como tal, no como sociólogo o historiador. Un sociólogo puede explicar la polifonía medieval como resultado de los ritos de la Iglesia Católica o la música de Mozart mediante el triunfo de la burguesía, pero sólo el crítico musical puede explicar las relaciones entre la música de Palestrina y Luis de Victoria, o entre el “Rubber Soul” (1965) (de The Beatles) y el “Pet Sounds” (1966) (de The Beach Boys), en términos estrictamente musicales. La música es un producto histórico, pero en el curso de su desarrollo se establecen relaciones internas que no son históricas, sino esenciales, como por ejemplo los estilos musicales, la música atonal, o las formas del contrapunto, por no hablar de la influencia que ejercen unos compositores sobre otros, en un diálogo que no es sólo histórico, sino también sincrónico, ya que los autores del pasado no quedan “descartados”, sino que vuelven a ponerse de moda una y otra vez. Tampoco estoy de acuerdo con la figura del crítico como árbitro del buen gusto. El gusto de un individuo es irrelevante, salvo que tenga una gran capacidad de influencia, influencia que normalmente no es suya, sino del medio donde publique. Todos esos enfoques son importantes, pero no agotan la materia que tratan. Criticar no sólo es valorar, también puede ser clasificar, ordenar y exponer. Ayudar a entender.

Después de tanto mirar al pasado me gustaría terminar esta extensa entrevista apuntando al frente… ¿Cuáles serán los próximos pasos de Francisco Nixon? ¿Qué planes tienes para los próximos meses?

Presentar en dos o tres ciudades el documental que hicimos con David Trueba y terminar una novela que estoy escribiendo.

 

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