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Lorde – Virgin (Universal)

En la canción que abre el nuevo disco de Lorde hay un verso que dice “Anyone with a snake tongue/ I show ‘em the chambers of my heart” y es una manera muy explícita que tiene la neozelandesa para, de nuevo, compartir sus sentimientos con los fans que de siempre han seguido su carrera discográfica.

Posiblemente sin ella ahora no podríamos entender fenómenos como los de Olivia Rodrigo o Sabrina Carpenter, en el sentido de que la música sirve para entretejer lazos (inquebrantables, diría) entre seguidor y compositor. Unas relaciones que cada vez están más mediadas por la introspección que da la luz de un móvil y una habitación a oscuras; un chat de seguidores y los likes a las fotos que muestran vidas que son simulacros de “un devenir vida” que resignifica los espacios de socialización y de autoestima entre la gente joven.

Lorde desde que editara Melodrama (2017) podría ejemplificar el paradigma de artista-espejo en la que su fandom se refleja. Un fandom que monitoriza la vida de la estrella a base de reacciones virtuales (caras alegres, de tristeza, escritura automática que supone un lenguaje nuevo que los recluye en su club selecto de almas sensibles y hedonistas). La cultura del pop siempre ha sido así, por lo tanto, es muy remarcable que Ella Marija Lani Yelich-O’Connor consiga (aún) que la expectación alrededor de ella se mantenga en unos tiempos tan acelerados que son capaz de convertirte en sombras de un pasado muy lejano a tocar de un click.

Dicho esto, cabe situar a esta artista -que no olvidemos que Bowie un día dijo de ella que era una de las jóvenes más talentosas que existían (aunque quien compra sus discos y entretejen sus vidas con ella posiblemente ni conocían al Duque Blanco, aunque más de un curioso habrá consultado la Wikipedia)- como una mujer que se prodiga poco discograficamente hablando (cuatro discos en en doce años no parece un récord si pensamos desde el mainstream), pero que en cada disco muestra un carisma que la diferencia del resto.

En Virgin (Universal, 2025) la portada hace alusión al verso que mencionaba al principio de esta reseña, y es una ilustración en donde vemos lo que parece una radiografía en donde surgen la silueta de una cámara de fotos de la que pende una cremallera. Son pistas que da la artista de lo que encontraremos en estos surcos: un diario sensitivo en donde ella se expone (de nuevo) aunque esta vez ya en la antesala de los treinta. El paso de la adolescencia de Melodrama – expresada en una pintura de ella en la cama con la mirada perdida – pasamos a la de una asepsia clínica no exenta de humor.

Aunque iconográficamente hay una evolución, este disco recobra a nivel sonoro mucho de aquella Lorde de hits como “Sober”. Con un séquito de productores entre los que se encuentran mentores sonoros de las nuevas estrellas del pop como  Dan Nigro o Jim-E Stack, aquí hay renovadas esperanzas para seguir con sumo deleite la carrera de nuestra protagonista. El inicio con “Hammer” es estupendo, con unos arreglos de sintetizador y piano que sirven de antesala para que se desate uno de esos subidones que sirven de puente para llevarte a alguna rave veraniega. En “What Was That” hay ecos a la Madonna de Ray Of Light, y los arreglos de batería son cortantes, acerados, y contrastan con su voz dulce. Esa misma sensación de crudeza en los arreglos vuelve a revertir en la siguiente, “Shapeshifter”, en donde esta vez aparece una sección de cuerda para crear tonalidades de choque.

Las baladas también cumplen su función importante en este notable disco. Devonté Hynes colabora tocando el violonchelo en la preciosa “Man Of The year”, con una letra en donde la artista expresa su renacer a la edad adulta sobre una base rítmica que bascula entre el sosiego de los primeros acordes, a la espiral de fiereza contenida que transmite de forma muy expresiva ese paso del melodrama adolescente a los problemas emocionales de la edad adulta. Fabiana Palladino (entre otros) escribe el medio tiempo de “Current Affairs”conLorde se entreteniéndose en narrar sus experiencias amorosas con todo lujo de detalles. El synthpop sube la temperatura con “Broken Glass”, una producción retro y muy metálica deja ver las costuras de “If She Could See Me Now”, y “David” cierra aparatosamente el disco con la colaboración de Justin Vernon, a base de arreglos de sintetizador new age bastante desafortunados.

Escucha Lorde – Virgin

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