Los Angeles Police Department – Los Angeles Police Department (PIAS)

Es inevitable, ocurre cada año. Estas son fechas para ajustar cuentas con la tiranía de las prisas, con la premura de las listas de fin de año, con los discos que han quedado sepultados bajo el montón de novedades. Y, como también ocurre cada año, es el momento de entonar el mea culpa, de reconocer que uno ya no sabe moverse a la velocidad a la que gira el planeta musical y que por el camino se le quedan en la cuneta auténticos discazos. Como este que nos ocupa, el segundo álbum, también homónimo como el primero, de Los Angeles Police Department. No, no se trata de que los servidores de la ley hayan sacado un disco benéfico ni nada por el estilo, hablamos del proyecto musical de Ryan Pollie.

Estamos ante un disco de extrema belleza en algunos de sus cortes. Canciones que parten del bedroom-pop y lo arrastran hasta las playas californianas para bañarse en las melodías de Brian Wilson. Producido por Jonathan Rado, de Foxygen, no es de extrañar que, como ocurre con el disco que hace un año sacó el dúo estadounidense, en Los Angeles Police Department encontremos un compendio de estilos, experimentos y audaces mezclas que resulta apabullante, casi excesivo. «If I lied», uno de los singles del disco, es una muestra de folk pop florido que no es demasiado representativa de lo que ocurre en el resto de canciones. En otros como «Spent» se puede pasar del pop íntimo a la bossa nova o al post-rock en segundos.

En el momento en que Ryan Pollie se introduce en las movedizas arenas de la neopsicodelia es cuando la cosa se pone sumamente interesante. «The birds» suena a los Mercury Rev más pastoriles y menos alocados, «The plane» podría haber salido de la factoría de Grizzly Bear, y así las referencias (Flaming Lips, Animal Collective, Avi Buffalo…) se van sucediendo. Siempre con la voz de Ryan, tratada con ecos y reverberaciones diversas, en primera línea. Una voz que emociona hasta la llorera en «Sooner or later» o en «Grown», y que luego juega con el oyente en «Drugs», que tiene una deliciosa sección que podría pertenecer a la época psicodélica de los Beatles.

Un disco interesante, quizás disperso pero precisamente ahí puede residir su atractivo, en hacernos recordar ahora a Air Supply o Reo Speedwagon, segundos después a The Clientele y más adelante a Belle and Sebastian. Otro ejemplo más de ese pop de dormitorio que mezcla a todo y a todos sin ningún pudor, al estilo de los «discos de fans» de los que hablaba Simon Reynolds, pero esta vez con un resultado que en algunas canciones raya la excelencia.

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