Rufus T. Firefly (Sala Apolo) Barcelona 11/04/19

Lo que parecía una despedida se convirtió en una gira de dos años. Rufus T. Firefly planeaban el adiós definitivo, pero Magnolia trajo consigo un éxito inesperado sorprendiendo a público, crítica e incluso a la propia banda. Dos años después y con la reciente publicación de Loto, la continuación de Magnolia, cierran una gira que les ha llevado por multitud de escenarios y festivales de nuestro país.

La noche del jueves la sala Apolo de Barcelona acogió el concierto de los de Aranjuez, un maravilloso viaje hacia una galaxia paralela del que fuimos partícipes. A pesar del sonido mal modulado al principio del concierto (quizás la sala 2 de Apolo no era el lugar indicado para desplegar toda su magia), la banda supo salvaguardar la noche con elegancia y esa furia enérgica tan característica.

La música de Rufus T. Firefly es electrizante, cual rayo te invade y te parte en dos haciendo que tu mundo se tambalee. Su potente directo te fulmina, te convierte en polvo y te vuelve a juntar en los añicos que te hizo durante el trayecto. Los madrileños calentaban el escenario con un despliegue de luces de colores que dejaba tan solo entrever sus sombras con el inicio de “Tsukamori”. “El Halcón Milenario” aterrizaba con sus potentes sonidos, demostrando la calidad de Magnolia, quizás su mejor trabajo hasta la fecha. Los temas de Loto, sonaron siguiendo la estela de su predecesor, la perfecta combinación de sonidos demuestra la gran afinidad entre ellos.

Los sintetizadores de “Demogorgon” y sus luces rojas a lo Stranger things nos devolvían a los ochenta, una nostalgia particular que no se despegó de nosotros en toda la noche. Los riffs de guitarra de Víctor Cabezuelo se funden con su seductora voz, desprenden esa electricidad que nos conquista irremediablemente. Su arsenal de temazos nos contagió el espíritu hippie psicodélico, marcando un ritmo frenético de subidas y bajadas, un hermetismo que explotó en sonidos dejando buen sabor de boca. Con “Espectro” nos abordó un inmenso halo de paz, sus luces azules nos transportan a esa galaxia que nos hace rozar una soledad impermeable.

Como buenos amantes de Los Beatles, dejaron patente su fanatismo por el grupo de Liverpool con su versión de “Lucy in the sky with diamonds” que sonó bellamente arrolladora creando una atmósfera efímera. El público estalló con “Pompeya”, un irresistible tema del álbum Nueve, demostrando lo que Rufus T. Firefly son capaces de hacer en el escenario. Está claro que Julia Martín – Maestro ha nacido para tocar la batería, sus golpes duros y rápidos te inundan, te llevan de la mano a un lugar desconocido, y en cuanto te despistas devuelve otra vez a su terreno.

“Mi amor este viaje va a llevarnos muy lejos, mi amor no hay horizontes que puedan deternos” cantaba Víctor, y para aquel entonces ya volábamos a kilómetros de Barcelona, cerca de una galaxia llamada Magnolia. Nadamos hacia el “Río Wolf”, donde el recuerdo de Jeff Buckley apareció en nuestra mente, y maldecimos una vez más aquella noche en el río Mississippi. Un calor particular inundaba la sala para cerrar con su nervio y su magia arrolladora.

La sala Apolo ardió en llamas, y no es fruto de la casualidad. Rufus T. Firefly pisan fuerte y continúan creciendo. Su cuidada puesta en escena es eléctrica, potente y enérgica y hace que cada segundo nos sintamos más vivos. Crean un lugar donde perderse y encontrarse.

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