ConciertosCrónicas

Texas (Teatro De La Axerquía) Córdoba 01/07/25

Un supuesto ejercicio de revival para todos aquellos que siguen pensando que una banda como Texas dejaron de grabar discos (o de sonar en los medios y de propagar escuchas en plataformas) a finales de los 90, cuando se transformaron en una factoría eficaz de pequeños himnos northern soul o pildorazos de disco music, en teoría tan alejados de los presupuestos iniciales de los escoceses. Un efectivo ejemplo de madurez y resiliencia para esos otros, que somos muchos, que aún creen que un grupo de sus características siguen teniendo mucho que decir, aunque ya cada vez menos gente quiera escucharlo. O eso parece.

En cualquier caso, tanto a unos como a otras habría que sentarlos, a ser posible sin tecnología distractora próxima, a escuchar la versión 2.0 –si se me permite la licencia denominativa- de una Sharleen Spiteri cercana a los 60 tacos y su sempiterno cónyuge artístico, el discretísimo Johnny McElhone, con quien lleva tocando y componiendo desde el principio de esta aventura. Una nueva piel, que es la misma pero con algo más de cosmética, tersada por el motor rítmico de Cat Myers, una baterista de pegada concisa e incontestable; los teclados del veterano Eddie Campbell, probablemente la clave del sonido actual de la banda; y la garantía aportada por el gran Tony McGovern, sustituto natural y ya eterno del guitarrista original, retirado del mundanal ruido a causa de su delicada salud. Una máquina todavía, pese a todo y todos, merecedora de ovaciones y audiencias multitudinarias.

A la que se encontraron en un Teatro de la Axerquía al borde del sold out no parecía afectarle el calor despiadado que sí hizo mella sobre las tablas y que sería leit motiv continuo del discurso de la Spiteri entre canciones. Fue un público ganado ya en el backstage, que venía agradecido de casa y que sabía en su mayoría que la historia de los de Glasgow ni ha terminado ni tiene visos de caducidad. El aplauso se lo ganaron a pulso y a cada gota de sudor. “Let’s go, kordooba” fue el grito de guerra que esgrimía la voz cantante (¡y qué voz conserva, válgame el cielo!) antes o después de contarnos que habían tenido que comprar abanicos para aliviar el rigor de la canícula local a horas intempestivas para los parroquianos, o que el poco español que sabe lo aprendió de su hija de 22 años. Una cercanía agradecible pero contraproducente a la hora de ralentizar el ritmo de un concierto que funcionó a base de ráfagas y destellos lumínicos, con un montaje espléndido y un tempo estrictamente calculado para no dejarse ni un palo atrás, y de paso mostrar una amplitud de campo y facultades artísticas sencillamente deslumbrantes a estas alturas.

Leía justo la tarde anterior al concierto algún comentario en redes acerca de la conveniencia de arrancar el set list con el as de “I don’t want a lover”, incluso había quien ironizaba con la (escasa) posibilidad de que el grueso del público abandonara los recintos respectivos tras haber sonado el único tema que conocían. Sentido del humor, o del horror, que no falte. Después de que el guión superara la primera línea, el combate cara a cara continuaba con “Halo”, “Hi” y “In our lifetime”, picoteando entre las distintas etapas del tramo negroide de su discografía. Pocos saben que hace apenas tres años publicaron un disco estupendo para que eso del baile inteligente se entienda mucho mejor, y que hacia el final, tocar “Mr. Haze”, un temazo que debería ser su nuevo hit sin muchas dudas, les sirve para auto reivindicarse.

Que obvien casi catorce años de música, concretamente la línea que va desde 2003 con el irregular Careful What You Wish For, hasta el infravalorado Jump On Board de 2017, no significa que prefieran olvidarlos, sino que están aquí para disfrutar, no para recordar tiempos en que crítica y público parecían darles la espalda. Se dedican al goce de sentirse orgullosos de haber buceado en las raíces de la música americana en “Thrill has gone”, acercado al pop electrónico en “Summer son” o hermanado repertorio con la figura semiolvidada de Dan Penn, maestro del soul de los 60, en una fantástica cover de “Keep on talking”, y en rescatar piezas poco coreadas pero compartidas en plenitud como “Let’s work it out”, “When we are together” o la acústica “In demand”, mucho más orgánica ahora. Saben que les falta aún algo para no marcharse con cierta sensación de escasez, así que dejan para el final “Black eyed boy” y “Say what you want”, pura sensualidad para aclarar que lo de Texas fue, y aún es, algo realmente serio. Se llama experiencia y compromiso, dos referentes y dos virtudes imprescindibles para que esto funcione.

“Inner smile”, otro imprescindible en su historia, y una aproximación fresca y alargada al clásico “Suspicious minds” que le viene como un guante a la garganta y actitud de la jefa, clausuran el primer concierto de un Festival de la Guitarra al que ya sólo le queda la primera palabra de verdad. Una lección de empatía, profesionalidad y talento nada sospechosa de impostura. Y por favor, dejemos la nostalgia atrás y abracemos el futuro con la misma buena disposición que esta banda de glorioso pasado y brillante presente. Nos haríamos todos un gran favor.

Fotos Texas: IMAE Córdoba

 

 

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