Azkena Rock Festival 2019 (Mendizabala) Vitoria

La llegada del verano ofrece dos certezas inapelables, quizá las únicas: que el sol abrasará más que nunca y que el Azkena Rock Festival no defraudará ni a sus principios ni a su legión de seguidores. Fuera de eso, durante la época estival, se extiende un páramo de incertidumbres, pero ambas circunstancias citadas, con la precisión y persistencia de un mantra, se repiten año tras año. En el presente ejercicio, además, se daba una particularidad, y es que el principal grueso de alicientes para la mayoría se concentraban el sábado, lo que redundaba en un cartel imponente para la segunda jornada, y, consecuentemente, un viernes a priori más discreto.

Pese a todo, y siempre con el rock más genuino e incorruptible como espíritu y directriz principal, el abanico de registros y de actuaciones que presentaba esta primera jornada de festival bien compensaban acercarse a Mendizabala. No en vano, y según datos filtrados por la organización, hasta 17.000 personas se dieron cita, sólo dos mil menos que un día después. Resultaba grato observar cómo los asistentes, muchos de ellos veteranos habituales, protagonizaban reencuentros con viejos amigos y conocidos mientras, dispersándose en función de la ruta de cada uno, tomaban posiciones en los tres escenarios desplegados para la ocasión, con hermosas imágenes en los flancos de iconos de la música recientemente fallecidos como Aretha Franklin, Roky Erickson y Scott Walker, entre otros

VIERNES

Así, tras unos primeros compases de conciertos introductorios donde sobresalió el punk rock certero y con cuajo de The Living End, los norteamericanos Lucero ofrecieron una actuación tan coherente con su momento actual como ligeramente decepcionante. La intensidad sonora y dramática de discos como el soberbio Rebels, Rogues & Sworn Brothers (06), con ese filo casi punk, apenas asoma ya en la carrera de esta banda. Su concierto escenificó a la perfección ese viraje tomado en los últimos años hacia un rock americano más sutil y maduro, pero con menos capacidad de contagio. Hubo algún momento rescatable, y los temas de su última obra, Among The Ghosts (18), uno de los más oscuros e introspectivos que han publicado, fueron correctamente defendidos, pero se echó en falta la frescura de sus primeros años.

Pese al solapamiento horario, circunstancia tan dolorosa como habitual en esta edición, con Deadland Ritual, hubo tiempo de acercarse a disfrutar de una cuantas canciones (versiones) de este supergrupo. Sin música propia, el encanto principal consistía en contemplar a dos todoterrenos curtidos en mil batallas y que se han codeado con algunos de los músicos más brillantes de las últimas décadas como el guitarrista Steve Stevens y el baterista Matt Sorum, y, por encima de todo, poder contemplar en acción a Geezer Butler, bajista y miembro fundador de Black Sabbath, la banda que a finales de los 60’s definió el metal. La actuación, por lo demás con ese aire complaciente y acomodado que suelen respirar este tipo de propuestas, ofreció dos lances especialmente efectivos, y muy coreados: “Rebel Yell” y “NIB”.

Acto seguido, los incombustibles Stray Cats, bastiones del rockabilly, se descolgaron con el concierto más disfrutable e intachable de esta primera jornada. Cuarenta años de carrera les contemplan, en los que modas y movimientos se han ido sucediendo y engulléndose unos a otros, pero la chispa y brío de sus temas se mantienen intactas, especialmente los dos su formidable debut homónimo. Brian Setzer con su guitarra, el extremadamente carismático Slim Jim Phantom aporreando la batería, con ese estilo tan emblemático suyo de tocar de pie, y Lee Rocker con su contrabajo, y cantando esporádicamente algún tema, ofrecieron un set sin fisuras, y que incitó al baile de principio a fin, con canciones que son ya clásicas del estilo y que sonaron a gloria como “Runaway Boys”, “Rock This Town” o “Genne & Eddie”.

Resultaba difícil escoger entre los inclasificables Tropical Fuck Storm y la muy estimable banda de rock sureño Blackberry Smoke, los dos siguientes protagonistas, y coincidentes en la ya nocturna franja horaria. Una exploración compartida de ambas actuaciones sirvió para percibir que el sonido y las composiciones con más empaque los ofrecieron los segundos, pero la sinuosidad, la tensión y la algarabía generalizada la concitaron Tropical Fuck Storm. Su manera tan oblicua y críptica de entender el blues y combinarlo con el punk tuvo en “You Let My Tyres Down” uno de los momentos más celebrados del todo el Azkena Rock Festival.

The B-52’s, banda estadounidense de new wave, ofreció el último show de relieve del viernes. Coetáneos de los Stray Cats, y con un espíritu de baile y tono hedonista de alguna manera muy similar a ellos, lo cierto que el tiempo les ha hecho más mella. Fred Schneider, bordeando la indolencia escénica por momentos, Kate Pierson y Cindy Wilson tardaron en coger el tono al concierto, la sensación de banda decadente y fuera de su momento era tan obvia que resultaba molesto, pero la cosa se animó hacia el final, cuando llegaron algunas de sus mejores canciones como “Dance This Mess Around”, “Planet Claire” y la deliciosa y obsesiva “Rock Lobster”. Providencial rescate a lo que apuntaba a decepción total y muy digno y divertido broche final a la primera velada.

SÁBADO

Si algunos solapamientos del viernes resultaron incómodos, la perspectiva de hacer ciertos sacrificios el sábado dolía en el alma. En realidad, probablemente sea difícil encontrar un mejor indicador de la salud y el estado de forma de un festival que estos reiterados dilemas, pero tener que elegir entre dos bandas, cada una en lo suyo, tan sumamente reivindicables como Meat Puppets y Tesla marcó el comienzo de esta segunda jornada. No sin antes comprobar con agridulces sensaciones que la banda de Curt Kirkwood, uno de los ídolos de Kurt Cobain, sonaba como un tiro desde la lejanía, los californianos fueron finalmente los elegidos. Y Tesla, una de las bandas de hard-rock más infravaloradas de su generación, no sólo no defraudó a quienes apostaron por ellos, sino que firmaron el concierto más excelso y magnético del Azkena Rock Festival hasta el momento.

Un ligero exceso de medios tiempos y la desconcertante omisión en el set de un disco tan inspirado como Bust A Nut (94) son los únicos reparos, ajustando al máximo el monóculo, que se puede hacer a un despliegue de rock and roll tan rebosante de feeling. Jeff Keith, un frontman menos conocido que Mike Jagger o Steven Tyler pero de su misma estirpe y comparable carisma, se adueñó del escenario y, con composiciones del calibre de la inicial “Cumin’ Atcha Live”, “Changes” o “Edison’s Medicine”, costaba dejar de mirarle. Frank Hannon, por su parte, dio un nuevo recital de talento y emotividad con su guitarra, y su manera de extraer magia a su instrumento en la interpretación de “Love Song” deparó, directamente, uno de los momentos más conmovedores que se han presenciado en bastante tiempo en el Azkena Rock Festival.

A renglón seguido, y confirmando los presagios de que el sábado era un día atestado de actuaciones imprescindibles, Corrosion Of Conformity, mientras la muy interesante Neko Case tocaba en otro escenario, tampoco decepcionaron a los que les escogieron y firmaron un concierto arrollador. Con un aluvión de pogos en las primeras filas, Peeper Keenan volvió a demostrar que lidera una de las mejores bandas de metal de los últimos treinta años, y que toda esa rocosidad y densidad aumentada si cabe con el paso de los años, y que puede lastrar ligeramente la escucha de su último disco, No Cross No Crown (18), sobre un escenario en cambio es extraordinariamente efectiva y excitante. Entre muchas otras, “Albatross”, “My Grain” y “Vote With A Bullet” sembraron el delirio en Mendizabala. “Clean My Wounds”, con ese delicioso ramalazo Thin Lizzy, fue otro cénit. Phil Anselmo, en un lateral del escenario y sorbiendo una taza con una infusión, parecía disfrutar lo que contemplaba. Lástima que no se arrancara a salir y tocar algún trallazo de Down, proyecto compartido con el propio Keenan, y que tan buenos discos ofreciera en el pasado.

Tras el vendaval de Corrosion Of Conformity, cambio radical de registro con el elegante rock americano de Wilco. Es difícil escapar a la sensación de ser una banda que impone un ritmo y una cadencia a sus conciertos exigente para cualquiera que no se considere fan, basculando a menudo entre lo hipnótico y lo hermético, entre la exquisitez y la frialdad, pero su finura compositiva es indiscutible, y las virtudes de la formación encabezada por Jeff Tweedy acabaron pesando más en la balanza, en buena medida gracias a creaciones de una delicadeza y calidad fuera de toda duda como “Jesus, Etc” o “Impossible Germany”.

Ya con la noche cerrada, los madrileños Morgan, una muy recomendable banda que combina pop y soul, pero que también emite destellos folkies e incluso góspel, mantuvieron el tono íntimo y lírico de Wilco, y ofrecieron un concierto lleno de buen feeling, muy agradable de observar e interiorizar. Nina De Juan, su vocalista, volvió a demostrar que posee una de las voces más conmovedoras de la actualidad, y fue ella, el elemento diferenciador de este grupo, sin para nada despreciar su engrasada y muy atinada base instrumental, la principal artífice de que el encadenado de “Home” y “Sargento De Hierro” se convirtiera en uno de los momentos álgidos a nivel emocional de este sábado. Sobrecogedor.

A continuación, los británicos The Cult, en su tercera participación en el Azkena, inyectaron adrenalina y devolvieron el tono más rockero y vigoroso de los primeros compases de esta segunda jornada. Concierto tributo a Sonic Temple (89), uno de sus discos más sólidos y maravillosos, y si bien los primeros minutos de la actuación, con una “Sun King” particularmente descafeinada, amenazaron con pinchazo, la temperatura comenzó a aumentar de “Fire Woman” y “Rise” en adelante, hasta llegar, pasando por la excelsa “She Sells Sanctuary”, a un bis pletórico, con nada menos que “Wildflower”, “Rain” y “Love Removal Machine”. Ian Astbury, en directo, es una moneda al aire y, si bien no igualó su sobresaliente derroche de 2017, sí terminó estando a la altura de su imponente repertorio. Con el guitarrista Billy Duffy, alguien que empieza a merecer ya una estatua a la entrada del recinto, la incertidumbre no existe: siempre lo está.

Para rematar esta vibrante última jornada, Phil Anselmo, acompañado de músicos de confianza, se estrenaba en este festival con un repertorio integrado por temas de Pantera, la malograda banda de su vida. Quien, ingenuo de él o ella, esperara el frenesí escénico y vocal de la época de Vulgar Display Of Power (92) se debió de llevar una decepción; esa versión incendiaria de Anselmo ni está ni volverá. Pero su despliegue actual fue más que digno, se le notó fluido y cómodo, y su presencia y carisma sigue llenando el escenario. Comparar cualquier músico de Illegals, la banda actual de Anselmo, con los que reunía en sus filas Pantera es absurdo, obviamente, pero benditos cañonazos de metal del nivel de “Walk”, “Mouth For War”, “I’m Broken” o “Fuckin’ Hostile” sonaron con muchísima decencia, y el público, desatado, los gozó al máximo, llevándose a casa un inmejorable sabor de boca.

Muchos de ellos, además, y para terminar, se llevaron también el abono de la siguiente edición, con Social Distortion y Fu Manchu como primeras (acertadísimas) confirmaciones, y que se podía comprar ya en el propio recinto. Parece que, salvo improbable chasco, el próximo verano la vida volverá a repetir fórmula; el sol abrasador y un Azkena Rock Festival irrenunciable.

Fotos: Óscar L. Tejeda / Jordi Vidal (Azkena Rock Festival)

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