Lo nuevo de Chucho a través de sus canciones: Cap. 3
Próximamente llega el esperado nuevo disco de Chucho, Corazón roto y brillante (Intromúsica). El regreso de la banda de Albacete es un álbum conceptual sobre una ruptura, que nos cuenta la historia de Pere y María a través de sus doce canciones. Antes de escucharlas, conocerás lo que esconde cada una de ellas de la mano de Fernando Alfaro, quien nos irá desvelando en Muzikalia un relato dividido en capítulos, correspondientes a cada una de esas canciones. Hoy te ofrecemos el capítulo 3.
Próximamente, más entregas.
PERE Y MARÍA: 3 > La ambulancia y el dolor
Todavía quedan ecos de cómo a Pere lo desarma la risa y más aún la sonrisa de María. Ahora llega también el recuerdo de su voz, el timbre de la voz de ella, que lo agita por dentro, lo excita más incluso que su olor, el efluvio de su cuello. ¡Qué feliz lo hacía! ¡qué dicha! Pere se acuerda de todos aquellos fogonazos, aquellos momentos de felicidad y se duele de ello, de lo que ha perdido, pero reconoce que aun así está contento; está contento por haberlos vivido.
—Madre mía… Tengo que llamar a mi madre, ¿eh? —dice Pere frente al ausente espejo —. Que no se te olvide llamarla hoy sin falta.
Pere, pese a ser hijo único, nunca ha mantenido una relación muy estrecha o cariñosa con su madre: cosas de la familia, hábitos en el trato o rasgos del carácter. Aún así, tampoco puede dejar de recordar cómo María, con una ambivalencia cercana a la locura, tan pronto se mostraba muy generosa, atenta y afectuosa con la madre de Pere, como de repente, como el anuncio de un trueno, cambiaba de actitud, se le nublaba el semblante entero, y aparecía un enconamiento soterrado contra la mujer, casi una anciana ya, que sólo se podría identificar con los celos. Estaba celosa de la relación entre madre e hijo, y siempre terminaba intentando separarlos, por cualquier medio, nunca de forma estentórea, siempre con mano izquierda, hasta con cierta dulzura. Pere, a veces, de noche en su lado de la cama, lloraba en silencio por esto, con el antebrazo apoyado en la frente. No lloraba por su madre, ni por él; lloraba por la situación toda.
Otro rasgo de ambivalencia en lo referente a los celos, más excesivo si cabe, se sustanciaba de la siguiente manera:
Los dos, Pere y María, María y Pere, desde un principio acordaron que la suya iba a ser una relación abierta, locución que en la actualidad se usa para aludir al pacto mutuo, en el seno de una pareja, referente a la libertad, más o menos amplia, de actuación para ambos, a la hora de buscar compañías amatorias fuera del ámbito de dos.
Las dos hermanas de María, algo mayores que ella, en esas conversaciones ultrarrápidas que suelen darse entre hermanas, la habían convencido años atrás de las bondades de este tipo de vínculo amoroso, que deja impoluta la libertad, una especie de libertad extrema, en contraposición a como tradicionalmente se concebía el noviazgo: una ligazón monógama. En el extremo opuesto a la sana correlación, en cualquiera de esas opciones, se halla lo que, también hoy en día, se denomina relación tóxica. Ambas hermanas, en distinta medida, referían haber sufrido alguna relación de este último tipo, caracterizadas por los celos, los reproches, los chantajes, las posiciones de poder y cierto tipo de violencia mental. Y era ese un trance que no deseaban para su hermana, obviamente.
De manera que ese fue el acuerdo fundacional de Pere y María: ante los contundentes razonamientos de ella, él no apreció mayor obstáculo: nunca se había considerado un hombre celoso.
Pues bien: esa ambivalencia empezó a crecer como un monstruo en el sótano de sus corazones:
—¿Qué leches hacías hablando con esa imbécil ahí tan acarameladitos los dos?
—¡¿Qué?! ¿acarameladitos? Si es tu amiga.
—¿¿Y…??
—Pues que yo no quería nada con ella y menos delante de tus narices.
—¿Mis narices? Tus narices casi te las arranca ella con los dientes, de tan cerca que la tenías que parecía que se te iba a comer.
—Bufffff.
—Ya, buf, sí. Mira, puedes hacer lo que quieras.
—Ya, pero ojo con elegir el loquequieras incorrecto, el rollo ese pasivo agresivo… ya me lo sé.
—Ya, claro, pasivo agresivo…
—Bueno, pasivo asesino.
Y ella lo alancea con una mirada fiera y se marcha dando un portazo.
Otro día, Pere se muestra meditabundo y taciturno; lleva casi veinticuatro horas sin dirigirle la palabra a María, por ningún medio.
—Cariño… ¿se puede saber qué te pasa? Siempre me haces lo mismo. Si no me hablas, ¿cómo quieres que sepa lo que te pasa?
— …
—Vale, pues nada.
—Uhmf…
—¡Venga ya, suéltalo!
—El sábado estuviste mucho tiempo en el váter con ese, ¿no?
—Haciéndonos un tiro.
—Ah, okok.
Es un viento interior, de cualidad humana: hoammm. Llega de nuevo otra noche, unas cuantas noches después:
—Pere, una cosa es una relación abierta y otra que seas poco menos que una zorra…
—¿Peeerdonaaaaa?
—Bueno, es lo que me han contado.
—Si te llamo yo a ti zorra me montas un pollo que no veas. Y tendría más motivos. Para llamarte zorra o cosas peores.
—Vale… a ver —María se detiene un momento, con los ojos muy abiertos; hace gestos como de negación o de estar borrando algo con ambas manos abiertas, palmas hacia abajo—, hoy no vendré a dormir, ni mañana seguramente tampoco. Ya te llamaré. O no.
Durante esos tres años y algunos meses Pere, por su trabajo, viajaba con frecuencia a otras ciudades, donde tenía que entrevistarse con clientes o con ejecutivos de la empresa matriz. Cada noche, durmiera solo o durmiera acompañado, vigilaba como un lince la actividad digital de María, a través de su teléfono celular o usando una especie de pequeña tabla tecnológica. Es enfermizo, lo sé, piensa ahora. A veces incluso la llamaba de madrugada, para indagar de primera mano en sus movimientos o correrías. No podía evitar ese hoammm en su pecho.
Pero todo esto, con ser muy llamativo, era las menos de las veces, y durante la mayoría de aquel tiempo compartido imperaba la armonía en su reino junto al mar. Los domingos solían llorar juntos ante el televisor, a raíz de películas a menudo ñoñas, que les provocaban el llanto y también la risa, un cierto alivio por tenerse el uno al otro. La risa de María, y su voz, qué bien las recuerda Pere, podía escucharla desde el cuarto de baño de aquel bar, mientras él orinaba y ella continuaba hablando y riendo con los amigos… Las películas de los domingos, que siempre los pillaban con la guardia baja, por el cansancio y la resaca. Como aquella vez que estaban viendo Historia de un matrimonio, que es la historia de un divorcio, y él pregunta: «¿Traigo la botella de cava que hay en la nevera? Para celebrar el divorcio…» Y ella, con absoluta sorpresa, le responde que no, que es tarde y mañana hay que trabajar. Y luego, sólo una semana después, ella le dijo: «te dejo; he conocido a alguien», y ya no regresó a casa hasta pasados dos o tres días con sus noches. Y cuando lo hizo, Pere, sin decir ni media, estaba saliendo a la calle, después de haberse bebido la botella entera de cava brindando consigo mismo por su recién estrenada libertad, por su recién estrenada soledad.
LA AMBULANCIA Y EL DOLOR
Fuiste para mí la ambulancia y el dolor,
me hiciste muy feliz, también muy desgraciado.
Eras para mí la ambulancia y el dolor,
dolor de ser feliz y ser atropellado.
Eras a la vez la ambulancia y el dolor,
me hiciste muy feliz, también muy desgraciado.
Eras a la vez la ambulancia y el dolor
de ser salvado al fin y luego atropellado.
Nunca fue mi deseo
estar perdido así.
Nunca, te lo prometo:
buscaba, y me perdí.
Me perdí.
Hay marchas nupciales y marchas militares,
y hay también marchas nupcio–militares.
Es la sirena de la ambulancia y el dolor,
trae drogas digitales, también medicinales.
Nunca fue mi deseo
tener un corazón
que te hiciera sufrir,
qué extraño es el amor.
Fuiste para mí la ambulancia y el dolor,
me hiciste muy feliz, también muy desgraciado.
Eras a la vez la ambulancia y el dolor
de ser salvado al fin y luego atropellado.
Eres para mí esa voz que cura
y después te arranca el alma,
la voz de Bill Fay, la voz de Johnny Cash,
la voz que la escuchas y te cura
y también te arranca el alma.
Texto: Fernando Alfaro
Ilustración: Erika Seven
«Los personajes y hechos retratados en este relato son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia»
Consulta aquí la historia de Pere y María en la que se inspira el nuevo disco de Chucho:
Me gusta el relato, pero leyendo la letra de la canción he empezado a babear. ¡Quiero oír este puto disco ya!