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Squid – Cowards (Warp Records)

Bienvenidos a la Disneylandia de Squid. Entren y vean un lugar donde todo lo inimaginable es posible, donde los significantes juegan a hacer malabarismos en forma de estallidos de sonido pirotécnico. La posmodernidad permite soñar con vaciar de contenido la realidad y poder moldearla a nuestro gusto, y de este modo jugar con las cartas marcadas de antemano. La intertextualidad y la apropiación en la música posmoderna pasaba, en un principio, por boicotear el statu quo del momento, y ahí están las vanguardias para acreditar esta incerteza de las esencias. Ya parece que estemos es una especie de una nueva Celebration (“la Comunidad del mañana”) del postpunk, aquel proyecto ideado a finales del los 90 por los herederos de Walt Disney consistente en ocho villas de colores primarios muy vistosos, y que te hacían vivir en un simulacro de realidad.

La música de Squid me hace recordar esos fogonazos de cromatismo en el que parece que todo esté calculado al milímetro; una suerte de sonidos fraguados desde la hábil acumulación de estilos, armonías, texturas y tiempos  para crear una arquitectura deslumbrante que, por momentos, no deja ver sus costuras. En eso son unos maestros, en el abracadabrante juego de los espejos deformados.

Son los tiempos de la sobreexposición y la hiperrealidad de un estilo músical que está colapsando de tanto mirarse en esos espejos. Lo que surgió como un movimiento del desencanto ahora ya es el nuevo mainstream que suena en las calles de pisos de protección oficial. Pero, sin duda, tienen el suficiente talento (buenos instrumentistas y eficaces revisionistas de discursos musicales bien asimilados) para seguir engatusando a nuestros oídos. Todo esto lo demostraron con creces en sus dos anteriores trabajos que apuntaban a un notable como fueron Bright Green Field (2021) y O Monolith (2023), y reafirman lo andado con Cowards (Warp Records, 2025) en donde prima una mayor versatilidad.

Para esta ocasión la ayuda a las mezclas de John McEntire sirve para modelar un sonido que se balancea entre lo orgánico y la fría superficie de la máquina. Abren con “Crispy Skin” en donde pasamos del Krautrock al funky mutante, de los silencios inquietantes a la narrativa prog.

Las influencias de grupos como Gastr De Sol dejan su huella (la exuberancia teutona de “Building 650” y esa forma de declamar a lo Mark E. Smith de Ollie Judge reparten ese balance entre el frío engranaje bien engrasado y la rabia contenida del grito ahogado); las dos partes de “Fieldworks” trastean con la ambientación onírica a la manera de Pram (precisos arreglos de viento) y la psicodelia marciana de los primeros Mercury Rev.

El baile dislocado y los vaivenes imprevisibles sobrevuelan la melodía de “Cro-Magnon Man” y, de nuevo, la alargada sombra de Arcade Fire parece (no) hacerles sombra; y llega la bella caligrafía de “Cowards”, un tema que arranca en plan ambient de saxos oblicuos y cimbrea, sinuosa, hacia terrenos del folk etéreo.

Escucha Squid – Cowards

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